La pintura barroca holandesa

La pintura y el espíritu burgués

Bajo el gobierno de Guillermo el Taciturno, fundador de la Casa Orange-Nassau, entre las diecisiete provincias que constituyen los Países Bajos, siete de ellas, las del Norte, se enfrentan en una dura pero victoriosa guerra contra el ejército de Felipe II, separándose del Imperio y creando en el siglo XVII una república independiente. Esta rebelión fue debida principalmente a la represión ejercida a causa de la difusión del calvinismo. El Sur católico, cuya capital económica era Amberes, permaneció bajo el dominio español. La ciudad de Amsterdam y su puerto, junto con el de Rotterdam, fueron plazas financieras y comerciales muy importantes, debido principalmente a la actividad de la Compañía de las Indias Orientales; la riqueza del pueblo holandés, la lengua neerlandesa, muy difundida gracias a inteligentes campañas de alfabetización, y la religión calvinista marcaron un modo de vida moderado con sólidos principios morales. En este contexto, se consolida una clase burguesa de comerciantes, banqueros, prototipo de una democracia capitalista moderna. Los ciudadanos holandeses del siglo XVII gozarán de una armonía social sin precedentes. La abundante producción de obras de arte constituye la imagen de esta floreciente sociedad.

Mujer tocando el laúd, 1624-1628, Hendrick Terbrugghen
Mujer tocando el laúd, 1624-1628, Hendrick Terbrugghen
(Viena, Kunsthistorisches Museum)

Hendrick Terbrugghen reside en Roma durante diez años donde conoce a Caravaggio y estudia sus obras, así como las de sus seguidores, Gentileschi y Saraceni. El fondo oscuro proviene del claroscuro caravaggista. La intensa iluminación del personaje no viene de ninguna fuente precisa. Hay menos tensión dramática que en la pintura italiana, predominando la acentuación de las formas y de los colores. El álbum de música con las páginas arrugadas, es característico del gusto nórdico por la representación realista.

A su regreso de Italia, los pintores Dirck van Barburen, Hendrick Terbrugghen, y Gerrit van Honthorst introducen en Utrecht (1614-1620) la poética caravaggista de los sentimientos, que llegará hasta Haarlem, seduciendo a Rembrandt e implantándose de forma durable en Delft. Retratos individuales y retratos colectivos, paisajes y vistas de ciudades, bodegones de mesas servidas, ramos de flores, vanidades, etc. Los artistas holandeses representan todos los géneros de pintura buscando objetivos poéticos. Si Rembrandt y Frans Hals saben bucear en el personaje y mostrarnos su estado de ánimo, a los burgueses de Amsterdam les gustan más los retratos anodinos que ensombrecen la lección de Van Dyck y de Rembrandt; si las escenas de género de Brouwer, Jan Steen y Van Ostende prolongan en cierta manera la gracia de Bruegel, Vermeer a sus pequeños cuadros el halo precioso y ambiguo de un madrigal pictórico.

Franz Hals

Frans Hals (Amberes hacia 1580 – Haarlem 1666) se consagró casi exclusivamente al retrato. Cuando tenía diez años, su familia se fue a vivir a Haarlem donde fue alumno del pintor manierista Karel van Mander hasta 1603. En 1610, aparece inscrito en la guilda de Haarlem y comienza a realizar pinturas de género, pasándose luego al retrato, ya sea por encargo, o a partir de modelos escogidos por el artista (mujeres, muchachos, borrachos, ancianos). Sus obras, muy homogéneas estilísticamente, se caracterizan sobre todo por la elección que hace el pintor de representar con inmediatez y vivacidad el tema a través de un tratamiento pictórico constituido por toques rápidos e irregulares. Profundiza dos formas de retrato: el retrato individual y el retrato de grupo al cual consigue darle esta vivacidad que le caracteriza, como en El banquete de los oficiales de la Guardia Cívica de San Jorge de 1616. Para estos retratos de grupo, Hals establece un nuevo esquema de composición que llegaría a convertirse en un modelo para la pintura holandesa, alterando los rasgos inertes de los personajes e implicándolos en acciones relacionadas entre ellas. Los retratos con un solo personaje son tratados con una extraordinaria riqueza cromática, ostentando expresiones sonrientes y gestos llenos de vida; su colorido luminoso, al estilo de Caravaggio, va a ser retomado por los pintores de Utrecht.

Retrato de boda, c.1622, Franz Hals
Retrato de boda de Isaac Massa y de Beatriz van der Laen, hacia 1622, Frans Hals ( Amsterdam, Rijksmuseum)

Isaac Massa (1586-1643) gozaba en Haarlem de una importante posición como comerciante y hombre cultivado. Massa y Hals se conocían probablemente muy bien. En 1622, Massa se casa con Beatrix van der Laen de treinta años de edad e hija del burgomaestre de Haarlem. Esta escena transmite al espectador espontaneidad y alegría contagiosa, evidente en la mirada complaciente y despreocupada del hombre y en la sutil sonrisa de la mujer, a medio camino entre picardía y timidez. La joven pone tiernamente la mano izquierda sobre el hombro de su esposo, mientras Isaac coloca su mano derecha sobre el corazón, un gesto de lealtad bien conocido.

Retrato de boda, c.1622, Franz Hals, detalles

Se trata de uno de los primeros cuadros conocidos del pintor, donde se pone de manifiesto su formación en el ambiente fastuoso de Amberes, reconocible por su riqueza de colores y por el fondo, inspirado en parte por el manierismo tardío, con un jardín a la moda italiana adornado con fuentes y estatuas que recuerdan las pinturas de Hans Vredeman de Vries. En este «jardín de amor» el pintor ha representado la estatua de Juno, diosa romana del matrimonio, y una fuente, símbolo de fertilidad. Los jarrones volcados y los fragmentos de arquitectura simbolizan la fugacidad de las cosas.

Músico cantando, 1623-1625, Franz Hals, Berlin, Staatliche Museen
Músico cantando, 1623-1625, Frans Hals
(Berlín, Staatliche Museen)

Los primeros retratos de Frans Hals constituyen la quintaesencia del arte barroco y ofrecen una brillante imagen de los protagonistas del Siglo de Oro holandés: los personajes vestidos con ropajes suntuosos, aparecen en actitudes llenas de serenidad y nobleza, adoptando poses un poco afectadas y teatrales, que revelan también una auto complacencia social y personal.

Caballero sonriente, 1624, Franz Hals
Caballero sonriente, 1624, Frans Hals (Londres, Wallace Colección)

Este misterioso personaje del cual se desconoce su identidad, es retratado de tres cuartos, exhibiendo en su rostro sonriente el orgullo que le da su posición social. Bajo el brazo izquierdo, entre las espléndidas telas de su túnica, asoma el puño de una espada. Es un elemento que indica generalmente que el individuo forma parte de la nobleza, pero aquí tiene un rol imaginario, como el de una última confirmación de la importancia del hombre representado. La posición de la mano sobre la cadera, bajo el admirable puño de encaje almidonado donde el artista exhibe su habilidad pictórica, es un signo indiscutible de superioridad condescendiente y de seguridad.

Gerrit van Honthorst

Junto con Terbrugghen, Gerrit Van Honthorst (Utrecht 1590-1656) sintetiza la evolución de la pintura holandesa en lo que hace referencia a los modelos italianos. Su primera formación se desarrolló en Utrecht con el pintor manierista Abraham Bloemaert. Viajó a Roma (1610-1620) donde fue profundamente influido por Caravaggio, del cual retomó los temas y los modelos elaborándolos de una forma clasicisante parecida a la de Guido Reni y Jacopo Bassano. Durante su estancia en Roma, Van Honthorst obtuvo el apoyo de comitentes y de coleccionistas importantes, como el cardenal Borghese y el marqués Vincenzo Giustiniani y desarrolló con gran originalidad, siguiendo el ejemplo de Caravaggio, el tema del «nocturno», lo que le valió el sobrenombre de Gherardo delle Notti (Gerardo de la noche). De regreso a Utrecht, se convirtió en el jefe de fila de los pintores caravaggistas, continuando a pintar escenas con temas religiosos, pero sobre todo dándose a conocer por sus escenas de género caracterizadas por sus efectos lumínicos muy elaborados. Trabajó también para Carlos I de Inglaterra (1628) para Federico-Enrique de Orange-Nassau, para el rey de Dinamarca y para el príncipe de Brandenburgo, consagrándose casi exclusivamente al retrato de corte.

La alcahueta, 1625, Gerrit van Honthorst
La alcahueta, 1625, Gerrit van Honthorst (Utrecht, Centraal Museum)

Una joven sonriente que ilumina el resplandor de una vela. Un muchacho visto de espaldas y con el perfil muy marcado, extiende la mano derecha hacia la chica y sostiene con la otra mano una bolsa. Una vieja con turbante mira sonriente a la joven señalando con el dedo al hombre. Se trata de una alcahueta y nos encontramos en un lugar donde el amor se compra y se vende, el burdel. La luz de la vela condiciona las soluciones formales de la pintura, un asombroso nocturno en una auténtica demostración de virtuosismo pictórico, incluyendo los estrafalarios sombreros de plumas.

Adoración del Niño, 1620, Gerrit van Honthorst
Adoración del Niño, hacia 1620, Gerrit van Honthorst
(Florencia, Museo de los Oficios)

Rembrandt van Rijn

Dotado de una sensibilidad y de un espíritu extraordinariamente inventivo, Rembrandt van Rijn (Leiden 1606 – Amsterdam) aborda con éxito una gran variedad de técnicas y de géneros. Este pintor, dibujante y grabador que nunca salió de su país, produjo, gracias al original tratamiento de sus temas y de la luz, obras universales confiriéndoles una fuerza y una espiritualidad indiscutibles. Se formó en Leiden, en el taller de Isaac van Swanenburg, quien había viajado en Italia y le había enseñado la pintura de historia; más tarde, en 1624, Rembrandt trabajó con Pieter Latsman, con el cual aprendió la técnica del claroscuro. En 1625 se instaló en Leiden y en 1631 se fue a vivir a Amsterdam donde tuvo gran éxito como retratista, pintor de historia y grabador, aunque también nos ha dejado obras magistrales en sus paisajes y naturalezas muertas. Las obras de su madurez pueden rivalizar con las de los grandes maestros italianos o con las más recientes de un Rubens o de un Velázquez. Poco a poco, abandonó la búsqueda de los efectos de luz a cambio de una intensidad expresiva, apta a traducir el mundo interior de los sentimientos y del alma, en un entorno a menudo misterioso. Hacia mediados de los años 1650, la moda evoluciona y ya no se considera determinante en pintura la orientación psicológica e introspectiva.

El Rapto de Europa, 1632, Rembrandt
El Rapto de Europa, 1632, Rembrandt (Los Ángeles, Paul Getty Museum)

Para un retratista tan solicitado como era Rembrandt, la representación de escenas sacadas de la Biblia, de la historia o de la mitología greco-romana eran consideradas como obras cumbre en la jerarquía pictórica. Rembrandt narra aquí una historia muy popular en aquella época: bajo la apariencia de un toro blanco Júpiter rapta a Europa, princesa fenicia de la que se había enamorado y la conduce hasta el continente que llevará su nombre.

El rapto de Europa, 1632, Rembrandt, detalles

La intensidad de la escena es acentuada por una iluminación dramática. El hecho de que Europa (según Ovidio) hubiera sido raptada en una playa, da al pintor la ocasión de hacer alusión a la actividad portuaria del puerto de Amsterdam donde residía: una grúa contemporánea y algunos barcos de vela emergen de la bruma bajo un cielo amenazador.

Autorretrato como hombre joven, 1634
Autorretrato como hombre joven, hacia 1634, Rembrandt  (Florencia, Galleria degli Uffizi)
La Ronda de noche, 1642, Rembrandt
La Ronda de noche o La compañía militar de Frans Banning Cocq y el teniente Willen van Ruytenburch, 1642,
Rembrandt (Amsterdam, Rijksmuseum)

En el siglo XIX, a causa de la tonalidad amarillenta de una capa de barniz envejecido, la obra fue bautizada «La Ronda de noche». En 1975 le fue retirada esta capa y la composición recuperó su luz original, pero el célebre título ha sido conservado. En el siglo de Rembrandt, las guardias cívicas era efectuadas por ciudadanos importantes. Eran responsables del mantenimiento del orden, pero esta función fue adquiriendo poco a poco un rango más bien protocolario. Con el fin de decorar sus salas de reunión, estas guardias encargaban retratos de grupo donde se hacían inmortalizar. En esta tela gigantesca, el pintor nos presenta una instantánea de un grupo de personas en movimiento: acaban de atravesar una de las puertas de la ciudad.

La Ronda de noche, 1642, Rembrandt, detalles

El capitán Cocq extiende su brazo izquierdo. Con este gesto revela su posición de jefe y parece invitar al grupo a ponerse en movimiento. La sombra de su brazo se dibuja sobre el teniente Van Ruytenburch, el hombre con un traje amarillo violentamente iluminado. La tensión dramática que caracteriza este cuadro es debida en gran parte a los juegos de luz. Del mismo modo que el teniente, la niña – igualmente vestida de amarillo – está muy iluminada. Se mueve de izquierda a derecha, en sentido contrario al del grupo. Una gallina muerta cuelga de su cinturón. Se trata de una alusión al emblema de los arcabuceros (kloveniers) cuya palabra tiene la misma raíz que pata en holandés.

Gabriel Metsu

Formado probablemente por Gerrit Dou, el joven Gabriel Metsu (Leiden 1629 – Amsterdam 1667) entró en la Corporación de los pintores de Leiden en 1648; en 1657 se instaló en Amsterdam, donde perfecciona sus dotes artísticas bajo la influencia de Rembrandt, estudiando igualmente las obras de sus contemporáneos de la escuela de Delft, Vermeer y Pieter de Hooch. Autor de escenas de género alegóricas o religiosas, sus obras se caracterizan por sus juegos de luces, sus elegantes colores y una ejecución extremadamente minuciosa. Pero Metsu es conocido sobre todo por sus escenas galantes, sus escenas de mercado como Mercado de verduras en Amsterdam (París, Louvre) y sus representaciones de enfermos como El niño enfermo (Amsterdam, Rijksmuseum). Los dos cuadros de la National Gallery de Dublín que forman una sola unidad como indica su formato idéntico, cuentan una historia sencilla y apacible: en el primer cuadro, un hombre joven escribe una carta que es leída por su destinataria en el segundo cuadro. Ambos protagonistas están concentrados en la acción de escribir y de leer. La carta de amor es un tema popular en la pintura holandesa del siglo XVII, época donde la práctica epistolar está muy difundida entre la población burguesa. Tanto los hombres como las mujeres escriben cartas.

Hombre escribiendo una carta; Mujer leyendo una carta, 1662-1665, Gabriel Metsu
Hombre escribiendo una carta; Mujer leyendo una carta, hacia 1662-1665, Gabriel Metsu,
(Dublín, National Gallery of Ireland)

El joven, manifiestamente de condición social alta, escribe rodeado de objetos lujosos: alfombra de mesa oriental, globo, paisaje a la italiana en su marco barroco. La mujer en cambio está situada en un espacio mucho más sobrio. Ello pone de manifiesto una doble tendencia típica de la sociedad holandesa, a la vez abierta hacia el exterior y replegada sobre sí misma.

Hombre escribiendo una carta; Mujer leyendo una carta, Gabriel Metsu, detalles

La sirvienta aparta la cortina situada delante de un cuadro. Detrás de esta cortina verde, se descubre una marina con una nave que lucha contra un mar impetuoso, metáfora muy utilizada para evocar los riesgos del amor apasionado. O tal vez el marido de la mujer se encontraba en alta mar, como ocurría con mucha frecuencia en aquella sociedad comerciante y marítima que era Holanda. La chinela en el suelo puede referirse a un símbolo erótico; el perro simboliza la fidelidad conyugal. Víctima de la atención exclusiva que la joven dedica a la carta, el dedal de costura yace abandonado en el suelo. Los detalles de los cuadros de género contribuyen a revelar la psicología de los personajes.

El niño enfermo, hacia 1660, Gabriel Metsu
El niño enfermo, hacia 1660, Gabriel Metsu (Amsterdam, Rijksmuseum)

Sentado en las rodillas de su madre, un niño pálido e informe mira tristemente al vacío; la mujer se inclina solícita sobre el pequeño enfermo. Sobre el taburete, la jarra con papilla se ha quedado inútil y fría. El gorro que su madre le ha sacado está sobre la silla. El cuadro colgado en la pared representa una Crucifixión, evocación que eleva esta escena doméstica a un nivel espiritual. Se trata de una escena ordinaria, tranquila y emotiva de la vida cotidiana con dos figuras en un interior.

Jan Steen, pintor y narrador

La principal característica de la pintura de Jan Steen (Leiden 1626-1679) es la observación minuciosa de la vida del pueblo holandés bajo una forma irónica, moralista, divertida, emotiva. Varias de estas escenas corresponden a refranes populares. El cuadro El mundo al revés forma parte de la tradición holandesa y flamenca de pintar los proverbios como la hacía Bruegel en Los proverbios, tan presentes en la vida cotidiana y que se utilizaban para explicar las contrariedades y los placeres de la vida, a la manera de la pintura de género holandesa. Si la mayoría de pintores holandeses permanecieron en su ciudad natal, Steen se mudó muy a menudo de residencia (Utrecht, Haarlem, La Haya, Delft, Warmond), para finalmente en 1670 establecerse definitivamente en Haarlem donde realizó sus más bellas pinturas. Conocía la pintura veneciana del Cinquecento (por medio de estampas) y los grabados de J. Callot. La producción de Jan Steen es muy abundante: se le atribuyen cerca de setecientas obras, ejecutadas sin la ayuda de un taller. Adquirió muy pronto una gran fama y trabajó para la corte de Viena y para la nobleza escandinava. Trató con mucho talento todos los géneros de su tiempo, junto con temas religiosos, mitológicos y alegóricos (lo que es excepcional para un pintor holandés del siglo XVII), copiando a menudo los cuadros más célebres; demostró sobre todo una gran aptitud de narrador en las escenas de género, a veces inspirándose también de representaciones teatrales. Su forma personal de captar los temas y la luminosidad de los colores hacen de Jan Steen uno de los más grandes pintores de su país.

La fiesta de San Nicolás, hacia 1660, Jean Steen
La fiesta de San Nicolás, hacia 1660, Jean Steen (Amsterdam, Rijksmuseum)

La fiesta de san Nicolás que se celebra el 6 de diciembre, es el día en que los niños reciben sus regalos en los países nórdicos, como en nuestra fiesta de los Reyes Magos. En este cuadro, Jan Steen evoca los diversas emociones suscitadas en los niños que componen la escena. La niña en el centro del cuadro, sujeta firmemente el nuevo muñeco que acaba de recibir, y que es la imagen de san Juan Bautista, ya que según una creencia popular, este santo protege a los niños de la enfermedad. Un cubo lleno de golosinas y de juguetes cuelga de su brazo. Aparentemente no piensa separarse de el… Su hermano mayor llora. Detrás de él, la sirvienta le muestra lo que ha recibido: un zapato de donde salen pequeñas ramas muertas. Su hermano menor lo señala con el dedo y se ríe, mientras sostiene su nuevo juguete. Pero tal vez la abuela en el plano posterior, y que hace un signo con la mano aportará un poco de consuelo: habrá algo escondido detrás de la cortina?

La fiesta de San Nicolás, hacia 1660, Jean Steen, detalle

La fiesta de San Nicolás constituye una importante fiesta familiar. La víspera, el  generoso santo baja por la chimenea y deposita pequeños regalos y golosinas para los niños que han sido buenos. Los que esperan recibir algo ponen un zapato. En la época de Steen, esta fiesta «católica» fue abolida por la Iglesia reformada, la cual rechazaba el culto de los santos, y en numerosas ciudades estaba prohibido hacer un tipo de galletas llamadas «speculoos» con la imagen del santo, como sigue siendo costumbre. Steen era católico.

El mundo al revés, hacia 1665, Jean Steen
El mundo al revés, hacia 1665, Jean Steen (Viena, Kunsthistorisches Museum)

Aquí también los niños son los protagonistas del cuadro, pero haciendo alusión al título: un niño que fuma en pipa, la niña que se acerca a la despensa a coger golosinas, el bebé de la izquierda que quiere saltar de su silla, juega con el collar de su madre y ha rasgado un libro, el mono que juega con un reloj. La madre se ha dormido, y el abandono de sus deberes conlleva consecuencias desagradables. El cesto que cuelga del techo con escobas y bastones simboliza el posible castigo, planeando como si fuera una espada de Damocles, sirve de advertencia moral.

Frans van Mieris

Aprendiz de Gerard Dou, Frans van Mieris (Leiden 1635-1681) también describió el ambiente y las costumbres burguesas del siglo XVII: la pintura de género, los interiores domésticos y el retrato. Sus cuadros se caracterizan por una factura muy cuidada, con sus pinceladas lisas que recuerdan la pureza de la porcelana. Fue muy apreciado como pintor y respetado como persona. Recibió números encargos en Leiden su ciudad natal, pero también fue solicitado en otros lugares y contó con el aprecio de Cosme III de Médicis, gran duque de Toscana, y del archiduque Leopoldo Guillermo. Agobiado por las deudas, debido probablemente a su afición por la bebida, problema que no afectó ni a su estilo minucioso y muy cuidado, ni su a prestigio personal.

Dama en su alcoba, 1680, Frans van Mieris
Dama en su alcoba, 1680, Frans van Mieris
(San Petersburgo, Museo del Hermitage)