El Museo Nacional del Prado presenta la primera gran exposición monográfica dedicada en España a Paolo Veronese (1528-1588), uno de los maestros más brillantes y admirados del Renacimiento veneciano que deslumbró a reyes y pintores de todas las épocas. La exposición reúne un centenar de obras procedentes de los más importantes museos del mundo incluido el Louvre, de París; el Metropolitan, de Nueva York; la National Gallery, de Londres, y los Ufizzi de Florencia. También están incluidas, entre las obras más difíciles de transportar, los frescos de Villa Soranzo, que fueron arrancados de sus paredes a principios del XIX.

Madrid, Museo del Prado.
Veronese, o Veronés como se le conoce en España, es un pintor de enorme elegancia en la composición de las escenas que pinta y de gran audacia en el uso del color, que no duda en utilizar colores hasta antes nunca usados juntos como el rosa pálido y el amarillo, una mezcla que influyó decididamente en El Greco. La belleza y elegancia de sus composiciones sedujo durante siglos a coleccionistas y artistas, desde Felipe IV y Luis XIV a Rubens, Velázquez, Delacroix o Cézanne.

La muestra está compuesta de tres partes bien diferenciadas; una primera en la que se sitúa a Veronés en su Verona natal, en el contexto en el que se educó, donde la tradición local convivía con aportes venecianos (sobre todo Tiziano) y de artistas centro-italianos como Rafael y Parmigianino. Incluye obras tan relevantes como La Sagrada Familia o La Perla de Rafael Sanzio. Una segunda parte dedicada a la etapa central de la obra del artista que tuvo un tremendo éxito en vida, y que incluye cuadros tan representativos como La cena en casa de Simón, préstamo del Museo Real de Turín, o Cristo predicando en el templo, del Museo Paul Getty, de Los Ángeles.

Turín, Musei Reali di Torino, Galleria Sabauda.
Finalmente, una tercera parte de la exposición busca «situar al pintor en la historia del arte» e incluye obras de sus sucesores y artistas influenciados por el gran maestro, ha explicado el comisario Miguel Falomir, quien lamenta la muerte de Veronés a los 60 años, cuando aún en plenas facultades, investigaba caminos nuevos en la pintura.