Joan Miró. Pintando muros, pintando mundos

 

La Schirn Kunsthalle de Frankfurt acoge la muestra Joan Miró, Pintando muros, Pintando mundos, un recorrido por la obra del artista catalán que abarca más de medio siglo, comenzando por La masía (1921-1922), en la que Miró describe el muro de ladrillos del establo con minuciosidad extraordinaria (sus defectos, los restos de plantas e insectos, sus grietas) y al mismo tiempo la vida cotidiana de una masía catalana, la de su familia en Montroig. El recorrido de la exposición continúa con las pinturas oníricas de los años veinte, como Pintura (Personajes: Los hermanos Fratellini) de 1927, y su deslumbrante color azul, y Pintura, La Magia del color, una obra emblemática de 1930. Por medio de un lenguaje formal sobrio, realiza dos grandes manchas, una roja y otra amarilla, rodeadas de un espacio vacío realizado con pintura blanca, una obra que ilustra las tentativas de Miró de superar la forma tradicional de componer una imagen.

La masía, 1921, detalle, Joan Miró (Washington, National Gallery)

La masía, 1921, detalle, Joan Miró (Washington, National Gallery)

Después de los frisos pintados sobre materiales no convencionales en los años cuarenta y cincuenta, la exposición termina con las creaciones finales como el tríptico monumental Bleu I-III (1961) y la extraordinaria Pintura I-III (27 de julio de 1973 ), lo que confirma la fe inquebrantable de Miró en el poder sugestivo de las paredes desnudas, y, en consecuencia, de las pinturas murales, un elemento fundador del expresionismo abstracto. También dan testimonio de la vitalidad creativa del artista pesar de su avanzada edad. En el espíritu de Miró, era esencial que su arte fuera directamente accesible al público. En consonancia con este compromiso, la exposición se cierra con dos extraordinarias composiciones realizadas para un espacio público, que se muestran en su escala original. Se trata del Muro de la luna y el Muro del sol, realizadas alrededor de 1957 para la sede de la Unesco en París. Los trabajos preparatorios revelan su deseo de estudiar todas las posibilidades que ofrece la cerámica de gran formato. También son un ejemplo perfecto de la reacción de Miró frente a los defectos encontrados en las paredes desnudas y su método de trabajo, que podía comenzar con un pequeño boceto y dar lugar a pinturas monumentales.