Manet / Degas

(Hasta el 23-07-2023)

Édouard Manet (1832-1883) y Edgar Degas (1834-1917) fueron personajes clave en la nueva pintura de las décadas de 1860 y 1880. La exposición del Museo de Orsay, que reúne a ambos pintores destacando sus contrastes, nos obliga a evaluar nuevamente su verdadera complicidad. Exhibe lo que había de heterogéneo y conflictivo en la modernidad pictórica, y revela el valor de la colección de Degas, en la cual Manet ocupó un lugar más importante después de su muerte.

Jeune femme à l’Ibis, 1857/58, Edgar Degas, Nueva York, Metropolitan Museum of Art.

Reunir a artistas tan cruciales como Manet y Degas no puede limitarse a identificar los parecidos entre sus respectivos corpus. Es cierto que entre estos actores esenciales de la nueva pintura de los años 1860-1880 no faltan analogías en cuanto a los temas que impusieron (desde las carreras de caballos hasta las escenas de café, desde la prostitución hasta la bañera), los géneros que reinventaron, el realismo que abrieron a otras potencialidades formales y narrativas, el mercado y los coleccionistas que supieron conquistar, los lugares (cafés, salas de espectáculos) y los círculos familiares (Berthe Morisot) o de amistades, en los que se encontraban.

La Lecture, entre 1848 et 1883, Édouard Manet, Grand Palais (Musée d’Orsay).

Antes y después del nacimiento del impresionismo, abordado por la exposición bajo una nueva perspectiva, sus diferencias y oposiciones son aún más evidentes. De formación y temperamento contrastados, no compartían los mismos gustos literarios y musicales. Entre 1873 y 1874, sus opciones divergentes en términos de exposición y carrera empañaron su incipiente amistad, una amistad reforzada por su experiencia común de la guerra de 1870 y las consecuencias de la Comuna. Un ejemplo de sus diferencias es la búsqueda de reconocimiento del primero, que contrasta con la obstinada negativa del segundo a utilizar los canales oficiales de legitimación. Y si consideramos el ámbito privado, una vez pasados los años de juventud, la divergencia es total. La sociabilidad de Manet, muy abierta y rápidamente brillante, así como sus elecciones domésticas, contrastan con la existencia secreta de Degas y su reducido entorno.

Chez la modiste, 1979-1886, Edgar Degas, The Art Institute of Chicago.
La serveuse de bocks, entre 1878 et 1879, Edouard Manet, Musée d’Orsay.

En Degas Danza Dibujo, donde se habla mucho de Manet, Paul Valéry habla de esas «coexistencias maravillosas», que delimitan estas personalidades disonantes. Porque reúne a Manet y Degas, destacando sus contrastes, y muestra cuánto se definen a sí mismos distinguiéndose, esta exposición, sublimada por obras maestras nunca antes reunidas y una asociación sin precedentes, nos obliga a observar bajo una nueva perspectiva la complicidad efímera y la prolongada rivalidad entre ambos gigantes. La visita destaca aún más la conflictividad, heterogeneidad e imprevisibilidad de la modernidad pictórica, en su punto de eclosión, auge y éxito. Destaca la importancia de la colección de Degas, en la cual, tras la muerte de Manet, éste ocupa un lugar cada vez más importante. La muerte los había reconciliado.