El trabajo en la pintura de género de los Países Bajos

Las virtudes del trabajo

La sociedad holandesa del siglo XVII, impregnada de ética calvinista, otorgaba un valor privilegiado a las virtudes del trabajo y la honestidad; las escenas que mostraban a los hombres en el trabajo se consideraban ilustraciones o incluso glorificaciones de esas virtudes. Una economía tan compleja y tan próspera como la de Holanda en el siglo XVII, dependía de una vasta clase trabajadora, tanto especializada como no calificada. Marineros, pescadores, estibadores, fabricantes de velas y redes de pesca, constructores de barcos, tejedores y tintoreros, cerveceros, refinadores de azúcar, trabajadores del tabaco, obreros agrícolas (una agricultura especializada de alto rendimiento). La clase de los artesanos incluía a los tenderos, sastres, zapateros y ese grupo que, en todo momento, escapaba a cualquier definición: los pintores. Todos estaban al servicio de la sociedad próspera y altamente consumidora de las Provincias Unidas. Con sus simpatías por la democracia y la emancipación social, el calvinismo tenía sus raíces más profundas en la artesanía y las clases proletarias.

El taller de sastre, 1661, Quirijn van Brekelenkam
El taller de sastre, 1661, Quirijn van Brekelenkam (Amsterdam, Rijksmuseum)

Frente al éxito obtenido con el tema del sastre, el pintor ejecutó varias versiones de este cuadro, cada una de ellas con pocas modificaciones. En todas las versiones, el sastre y sus aprendices se sientan con las piernas cruzadas sobre una mesa cerca de una ventana, por ser el lugar con más luz de la pieza. Los diversos instrumentos de su oficio (tiza, tijeras y agujas) están sobre la mesa a su alcance. En la pared del fondo hay un cuadro de paisaje y debajo el cojín para los alfileres.

El sastre, 1694, Jan Luyken
El sastre, ilustración del Libro de los oficios, 1694, Jan Luyken (Amsterdam, Rijksmuseum)

En la República holandesa del siglo XVII, una gran parte del trabajo de tejería se hacía a domicilio, en casas humildes. El telar de los tejedores solía estar instalado en la sala principal de la casa y trabajaban, como los sastres, rodeados de su familia. Haarlem era un importante centro de la industria textil y dos pintores de esa ciudad, Adriaen van Ostade y Cornelis Decker, pintaron juntos el interior de la choza de un tejedor. Van Ostade pintó un interior muy parecido al de sus otras escenas campesinas, y Decker realizó los personajes. Se trata de un tema que Decker (pintor más conocido como paisajista en la tradición de Jacob van Ruisdael) más tarde se refirió al mismo asunto en una pintura de 1659 hoy en el Rijksmuseum. Johannes van Oudenrogge, que también trabajó en Haarlem, muestra en un cuadro de 1652, un telar inactivo (colocado cerca de una ventana para tener más luz); el tejedor y sus aprendices o dependientes están sentados alrededor de la chimenea fumando la pipa, mientras la esposa prepara la comida.

El taller de un tejedor, 1652, Johannes van Oudenrogge
El taller de un tejedor, 1652, Johannes van Oudenrogge (Amsterdam, Rijksmuseum)
Escena de aldea con zapatero remendón, c. 1660, Jan Victors
Escena de aldea con zapatero remendón, c. 1660, Jan Victors (Londres, National Gallery)

El remendón está sentado en medio de una calle y una mujer con ropas tradicionales de Frisia occidental le muestra el agujero de su zapato. Sobre el puente, al fondo, un charlatán acaba de instalar su puesto. Sin duda, Victors, de quien sabemos que era un ferviente calvinista, intenta contrastar el trabajo honesto del zapatero y el comercio deshonesto del charlatán.

En el pasado, el afilador itinerante que iba de casa en casa era una figura familiar en las ciudades y pueblos holandeses. Lo vemos, por ejemplo, en un grabado de Adriaen van Ostade, que pertenece a una serie de estampas dedicadas a los oficios. Con la excepción de las primeras cortegaerdjes (escenas de soldados) de Gerard ter Borch, sus escenas de género muestran, en general, interiores prósperos, con jugadores de cartas, músicos y bebedores bien vestidos. Su cuadro La familia del afilador ofrece un sorprendente contraste con las pinturas anteriores. De hecho, se trata de un estudio conmovedor de la pobreza urbana; la casa está prácticamente derruida, la familia en harapos, el patio salpicado de desechos diversos, pero en medio de este triste espectáculo el padre trabaja duro en su rueda de afilar, mientras que la madre inspecciona cuidadosamente el pelo del niño, en el cual sospecha que hay piojos (una ilustración común del cuidado materno). El cuadro representa la pobreza virtuosa y, Ter Borch ha dotado a los tejidos ásperos y al ladrillo que se desmorona, el mismo cuidado que generalmente brinda a la fiel representación de texturas más «nobles» como sedas y rasos.

La familia del afilador, c. 1653, Gerard ter Borch
La familia del afilador, c. 1653, Gerard Ter Borch
(Berlín-Dalhem, Staatliche Museen)

Las llamadas profesiones liberales

Una de las características importantes de la pintura de género holandesa es que trata de un modo casi exclusivamente cómico la clase profesional de médicos y charlatanes, dentistas y sacamuelas, abogados, como lo hace casi toda la literatura y el teatro contemporáneo, reflejo de los prejuicios de su tiempo. De tal manera, que mientras el Dr. Tulp, un miembro de la casta regente de Amsterdam, considerado como el Vesalio del Norte y, sus cofrades del gremio de cirujanos de la ciudad encargaban a Rembrandt el cuadro que debía inmortalizarlos como académicos (La lección de Anatomía del doctor Tulp), la imaginación popular, de forma bastante irónica, equiparaba al médico con el charlatán deshonesto o el carnicero brutal. Aunque la medicina holandesa hizo un progreso considerable en el siglo XVII, no parece haber afectado a la idea tradicional que la sociedad se hacia de un médico. Pero también es probable que cuando uno se ponía enfermo en el campo, se recurriera al barbero-cirujano itinerante, cuya ciencia era más rudimentaria. El Charlatán es una figura popular en la pintura de género holandesa, donde aparece con diferentes aspectos: embaucador cínico (cruel), personaje cómico o como símbolo de la hipocresía (duplicidad). El fenómeno no es exclusivamente holandés. En el siglo diecisiete, Inglaterra, Italia y Francia a menudo representaban al médico como el personaje del doctor Diafoirus (el médico de la comedia de Molière, El enfermo imaginario).

La joven enferma, 1660, Jan Steen
La joven enferma, 1660, Jan Steen (La Haya, Mauritshuis)

Según Jan Steen, la medicina se prestaba inevitablemente a la sátira. Su curandero es un jorobado con una mandíbula inferior excesivamente prominente; usa sombrero de copa y la teatralidad de sus gestos es tal, que tenemos la impresión de presenciar una escena de horror en la que el «médico» es a la vez verdugo y paciente de su víctima.

La única escena de género popular con un médico real es la llamada «la consulta». Muestra a un médico anciano examinando un recipiente con una muestra de orina; la paciente suele ser una mujer joven vista acostada o sentada en una butaca sostenida con cojines. El nombre de Jan Steeen, quien ejecutó más de cuarenta versiones, está asociado con estas «consultas», pero pintores como Samuel van Hoogstraten, Gabriel Metsu, Gerard Dou, Frans van Mieris, entre otros, también ejecutaron este tema. El examen del color del líquido permitía establecer un «diagnóstico», pero la broma subyacente en todos los casos era, que se entendía que el médico no podía hacer nada por la joven ja que, como consecuencia del «mal de amores» había quedado embarazada. Una de las pinturas de Steen contiene la siguiente inscripción: «Si no me equivoco, esta joven está esperando un hijo».

La visita del doctor, c. 1660-1670, Samuel van Hoogstraten
La visita del doctor, c. 1660-1670, Samuel van Hoogstraten (Amsterdam, Rijksmuseum)

En La visita del médico de Jan Steen (1650, Londres, Wellington Museum), se ha sugerido que el doctor de esta pintura (como el de otras pinturas de Steen), especialmente por los detalles del vestido (sombrero de ala ancha y mangas perforadas) fue inspirado por el médico de la Commedia dell’Arte. Si la representación de Steen es bastante teatral, el traje del médico, aunque exagerado, corresponde sin embargo al de los profesionales de la medicina en el siglo XVII. Si Steen trata el tema con humor, Pieter Quast muestra a un cirujano de edad madura realizando una operación del pie mientras otros pacientes esperan, no sin miedo, su turno. La presencia de una calavera sobre un libro abierto a la izquierda, no puede decirse que sea símbolo de esperanza.

La operación del pie, 1620-1647, Pieter Quast
La operación del pie, 1620-1647, Pieter Quast (Amsterdam, Rijksmuseum)

Los dentistas no aparecen bajo una luz más favorable que los médicos en la pintura de género holandesa. Antes de la intervención de la anestesia, la odontología inevitablemente implicaba procedimientos dolorosos o incluso brutales. En la serie de grabados los Cinco Sentidos de Andries Both, el que corresponde al Tacto muestra a un dentista realizando torpemente una extracción: la inscripción lo identifica con el Doctor Lubbert, nombre de personaje particularmente estúpido de la literatura popular holandesa. En la pintura de Gerrit van Honthorst (1628), vemos una extracción ejecutada por un auténtico sacamuelas. En la pintura de Molenaer (1630) y de Steen (1651), el sufrimiento del paciente y la torpeza del dentista rozan la caricatura.

El sacamuelas, 1628, Gerrit van Honthorst
El sacamuelas, 1628, Gerrit van Honthorst (París, Museo del Louvre)

El paciente está aterrorizado y toda la operación se asemeja más a una ejecución en la plaza pública donde se reúne el gentío. Un ladrón se aprovecha de la fascinación hipnótica de una mujer para vaciar su cesta.

Al igual que los médicos, los abogados tenían una concepción de si mismos muy distinta de la que les daba la pintura de género. Muchos abogados holandeses son retratados como la encarnación de la rectitud. Considerados como pilares de la sociedad holandesa, a menudo se les representa ocupados examinando documentos, en una oficina llena de libros. El pintor de género de Rotterdam, Pieter de Bloot, muestra en un cuadro de 1628 (Rijksmuseum) como la ley se aplica del mismo modo a ciudadanos elegantes y a aldeanos. Pieter Brueghel el Joven pintó escenas satíricas representando a campesinos crédulos siendo despojados por abogados codiciosos, como en el cuadro de Bloot, que se inspira seguramente del de Brueghel. Los clientes esperan pacientemente su turno a ser llamados a la oficina del letrado, pero la ironía de la escena está contenida en la inscripción: «Si acudes a un abogado para recuperar tu vaca, empieza por llevarle una para pagar sus honorarios «.

La oficina del abogado de aldea, 1616, Pieter Brueghel el Joven
La oficina del abogado de aldea, 1616, Pieter Brueghel el Joven (Colección privada)

Alquimistas, astrólogos y astrónomos

La creencia de los alquimistas según la cual los metales comunes podían convertirse en oro, se utilizaba a menudo en la pintura y la literatura del siglo XVII para ilustrar la necedad humana. Pieter Brueghel muestra a un alquimista que su búsqueda desesperada de oro lo ha reducido a él y a su familia a la miseria. Este tema fue tratado por muchos pintores de género holandeses como Adriaen van Ostade quien colocó a su alquimista (que mueve un fuelle para reavivar el fuego debajo de una caldera) dentro de un chamizo oscuro que parece una cueva. Es poco probable que Van Ostade haya conocido nunca a un alquimista. El pintor simplemente ha tomado esta figura de una tradición pictórica existente y la ha colocado en un interior de su propia invención (es decir, un interior generalmente destinado a describir la vida campesina).

El alquimista, 1661, Adriaen van Ostade
El alquimista y detalle, 1661, Adriaen van Ostade (Londres, National Gallery)

El lado izquierdo del cuadro, donde un muchacho roe con avidez un hueso mientras la madre está bañando a un niño, podría estar sacado de cualquier escena de interior campesina. La inscripción en latín que contiene el papel en el suelo, junto a los pies del alquimista, indica que Van Ostade conocía el alegato del alquimista símbolo de la estupidez humana.

El alquimista, 1661, Adriaen van Ostade, detalle

En la inscripción se lee: «Oleum et operam perdis», lo que significa que su trabajo es una pérdida total de tiempo y esfuerzo. La frase es de Plauto, uno de los autores cómicos de la Antigua Roma, pero Van Ostade quizás conocía el dicho a través de la obra De Re Metallica (1556) del humanista alemán Agricola.

El uso que hace Van Ostade, en 1661, de lo que fue una antigua práctica, la elección de un objetivo que, refutado por el conjunto de la sociedad, fue prácticamente suprimido desde el siglo XVI, ilustra un aspecto del conservadurismo de la pintura de género holandesa. Van Ostade no fue el único en perpetuar este viejo y anticuado tema: Thomas Wijck pintó numerosos cuadros representando alquimistas en su laboratorio donde se acumulaban ollas hirviendo, frascos de vidrio y otros objetos de aspecto inquietante.

Alquimista en su laboratorio, con ayudante, c. 1673, Thomas Wijck
Alquimista en su laboratorio, con ayudante, c. 1673, Thomas Wijck (Londres, Colección privada)

Como lo constató Kepler, los descubrimientos en astronomía y la fe cristiana eran difícilmente conciliables. La idea de aquella época que era el sol y no la tierra que estaba en el centro del universo, indignaba a los círculos teológicos conservadores. Pero la astronomía también tenía sus seguidores. En Amsterdam, en 1634, Willem Blaeu publicó su concluyente y sabia Institutio Astronomica, que adhería algunos teólogos a su causa, como Dirck Rembrantsz van Nierop que publicó un tratado en defensa de la astronomía en 1661. El resultado del gran interés mostrado por el público por el estudio de la bóveda celeste, es perceptible en la proliferación de pinturas holandesas representando astrónomos y astrólogos, donde las constelaciones se ilustran con animales y personajes. Un cuadro del pintor de Leiden, Olivier van Deuren, muestra a un joven astrónomo que estudia un globo celeste de estas características. La pintura no es ni una sátira ni una condena; la aplicación al estudio que muestra el alumno es, por el contrario, ejemplar.

El joven astrónomo, c. 1685, Olivier van Deuren
El joven astrónomo, c. 1685, Olivier van Deuren
(Londres, National Gallery)

La gran precisión en el dibujo (en la tradición de Leiden, que también fue la de Gerrit Dou) nos permite identificar ciertas constelaciones zodiacales como la Osa Mayor a la izquierda y debajo el León (Leo).

El astrónomo, 1668, Johannes Vermeer
El astrónomo, 1668, Johannes Vermeer (París, Museo del Louvre)

El globo terráqueo que contempla el joven es descrito con tanta atención a los detalles, que puede reconocerse como el globo Hondius de 1600. Vermeer describe el admirable fervor del modelo por el objeto de su investigación. Esta pintura acompaña a El geógrafo de características similares, ejecutada el año siguiente, queriendo ilustrar con ello la diferencia entre el estudio de lo celeste y lo terrestre.

La pintura de Cornelis Bega que representa a un hombre perdido en sus pensamientos en medio del desorden de su biblioteca, se ha titulado Un astrólogo debido a la presencia de un globo detrás de él. Sin embargo, el libro abierto muestra el dibujo de la palma de la mano derecha, lo que sugiere que su principal interés es leer las líneas de la mano. En el siglo XVII hubo mucho interés por la quiromancia: las gitanas de la buenaventura eran personajes presentes en todas las ferias y aparecen en numerosos cuadros de la época. La creencia que era posible leer el destino de un hombre estudiando las líneas de la mano estaba muy extendida. Los manuales de quiromancia del siglo XVII son esencialmente de un género popular, una especie de almanaques muy ilustrados. Había libros pseudo-académicos más pretenciosos, como Quiromancia médica, que incluía en apéndice un tratado sobre fisiognomía (estudio de los rasgos faciales), que contenía numerosas referencias a Aristóteles y Galeno. Seguramente es un libro como este el que estudia el científico en la pintura de Cornelis Bega. Intenta predecir el futuro combinando la astrología y la quiromancia, pero, como el astrónomo de Bol, se hunde en la melancolía porque sabe que sus esfuerzos son inútiles, ya que en última instancia, su propia muerte, inevitable, le quitará todo significado.

Un astrólogo, 1663, Cornelis Bega
Un astrólogo, 1663, Cornelis Bega (Londres, National Gallery)

La vida de los soldados

A principios del siglo XVII, se podía ver a numerosos soldados transitando por las calles de las ciudades holandesas. Se recurrió a ellos cuando hubo, por ejemplo, enfrentamientos callejeros entre calvinistas y arminianos, como fue el caso en Amsterdam en 1626. Pero estos soldados, inactivos la mayor parte del tiempo, buscaban distracciones que suscitaban las quejas de la población por su mala conducta. En la literatura holandesa contemporánea, el soldado es a menudo un personaje cómico: al soldado de infantería se le representa ebrio y al oficial en dandy, vestido con elegancia afectada. Todos los aspectos de la vida militar (ejercicio, amores, ebriedad) ofrecían argumentos a los pintores de género e incluso hubo, de 1620 a 1640 en Amsterdam, un modo particular de escenas de interior, llamadas cortegaerdjes, cuyos protagonistas eran soldados. Los mejores ilustradores en esta categoría son Pieter Codde y Willem Duyster. La actitud de los pintores de género hacia los soldados, especialmente en el primer cuarto de siglo, fue tremendamente crítica; se burlaban de ellos por su codicia y vanidad y, más grave todavía, por sus actos de crueldad y violencia gratuita.

El despacho, 1658, Gerard ter Borch
El despacho, 1658, Gerard ter Borch
(Filadelfia Museum of Art)

La escalada de tensión y violencia entre campesinos y soldados que vivían en un mismo techo, es un tema que los pintores de género han tratado con bastante asiduidad. Dos pinturas de David Vinckboons son muy elocuentes: La pintura El infortunio de los campesinos muestra a soldados lujosamente vestidos que se han instalado en casa de un campesino, donde comen y beben todo lo que encuentran. El que lleva por título La alegría de los campesinos es la consecuencia lógica del cuadro anterior, y muestra el desalojo de los huéspedes embarazosos por campesinos que hacen muestra de gran violencia (se promulgaron edictos incitando a los campesinos a defenderse contra los soldados del Estado). Después de la tregua de 1609, que duró doce años, este estado de cosas se limitó esencialmente al sur de los Países Bajos.

Soldados disputándose un botín, c. 1623-24, Willem Duyster
Soldados disputándose un botín armas en la mano, c. 1623-24, Willem Duyster
(Londres, National Gallery)
El centinela, 1654, Carel Fabricius
El centinela, 1654, Carel Fabricius
(Schwerin, Staatliches Museum)

Los soldados de guardia que vemos a menudo en las escenas de género, no siempre son buenas personas; pero es significativo que estén representados más bien en situaciones que no tienen nada de amenazante: están en reposo o dormidos y, en este caso, es el casco brillante del soldado lo que parece haber atraído la mirada del pintor.


Bibliografía

Kahr, Madlyn Millner. La peinture hollandaise du Siècle d’or. Paris, 1998
Brown, Christopher. La peinture de genre hollandaise au XVIIe siècle. Amsterdam, 1984
Leymarie, Jean. La peinture hollandaise. Paris, 1956
Todorov, Tzvetan. Éloge du quotidien : essai sur la peinture hollandaise du XVIIe siècle. Paris, 1993
Westermann, Mariët. Le siècle d’or en Hollande. Paris, Flammarion, 1996