Lo simbólico en la relación romántica en la pintura de género

El tema musical

Uno de los temas más comunes de la pintura de género es la relación romántica; pero su interpretación está lejos de ser simple. Primero, tomemos el ejemplo de pinturas con temática musical. Muchas de ellas muestran a un hombre y una mujer con uno o dos instrumentos musicales y una mirada indiscutiblemente amorosa que incluso, cuando solo hay un personaje representado, el ambiente romántico permanece presente (Vermeer, Metsu). Por ello, la música puede ser un vehículo de amor y este papel de mediador en la relación amorosa, siempre ha sido objeto de representaciones pictóricas. Por ejemplo, el tema al que Tiziano dio una forma mitológica en Venus y Cupido con un tocador de laúd es tratado en términos contemporáneos por los pintores de género holandeses. La metáfora del dúo de amor armonioso fue particularmente popular. En Un joven tocando una tiorba y una joven tocando una cítara de Jan Molenaer, el dúo representa el amor mutuo entre los amantes. Al fondo de una pintura de Jan Steen titulada Mujer joven tocando el clavicémbalo para un hombre joven, probablemente realizada en 1659, vemos a un niño traer una tiorba (o gran laúd) para que el hombre toque de acompañamiento. En ese contexto, el proverbio Acta Virum Probant, inscrito en el clavicémbalo, es un comentario sobre la escena que contiene cierta ironía. La forma de comentar la situación a través de una inscripción en un instrumento musical, también es utilizada por Gabriel Metsu en La lección de música de 1665. Se trata de un modelo de virginal que fabricaba el famoso fabricante Andries Rucker de Amberes. Colgado en la pared del fondo, en un marco dorado, parcialmente cubierto por la cortina, se puede reconocer una obra juvenil de Metsu que trata de la fiesta de los reyes Magos.

La lección de música, 1665, Gabriel Metsu
La lección de música, 1665, Gabriel Metsu (Londres, National Gallery)

La mujer ha dejado de tocar el virginal, el hombre el violín que descansa sobre la mesa; ella le devuelve una partitura, pero él prefiere ofrecerle una copa; a sus pies, la jarra de vino. Está claro que el intercambio entre los dos no se trata solo de notas. Como para evitar que nos apresuremos a una simple interpretación moral, el texto escrito en el clavicémbalo dice: «En ti, Señor, confío. Vela para que nunca me avergüence de mí mismo.»

Mujer joven tocando el clavicémbolo, 1659, Jan Steen
Mujer joven tocando el clavicémbalo para un hombre joven, 1659, Jan Steen
(Londres, National Gallery)
Un joven tocando una tiorba y una joven tocando una cítara, 1630-1632, Jan Molenaer
Un joven tocando una tiorba y una joven tocando una cítara, 1630-1632, Jan Molenaer (Londres, National Gallery)

Otra idea, relacionada con la anterior, es la del músico (o la música) sola frente a su instrumento y volviéndose hacia el espectador como si le sugiriera unirse a ella en un dúo. En Mujer tocando el clavicordio de Gerard Dou, vemos en primer plano la viola de gamba que tocará su compañero; el vino en el vaso y la jarra puesta a refrescar también le están destinados; la jaula suspendida de una viga del techo podría muy bien simbolizar la «dulce alienación» del amor. Esta pintura, ejecutada alrededor de 1665, puede haber inspirado la pintura de Vermeer titulada Mujer joven sentada ante el virginal, ejecutada unos años después. El violoncelo apoyado en el virginal permite concluir que poco antes había otra persona en la sala.

Mujer joven sentada ante el virginal, 1673-75, Johannes Vermeer
Mujer joven sentada ante el virginal, 1673-75, Johannes Vermeer (Londres, National Gallery)

La atmósfera que se respira en la obra Reunión musical de Metsu es decididamente relajada. El cinturón de la espada del violoncelista se ha apartado negligentemente a un lado, el suelo está cubierto de partituras, la dama sostiene su laúd de forma desenfadada mientras que una criada trae otra jarra de vino; es evidente el intercambio de miradas cómplices entre la mujer y el hombre lujosamente vestido que está detrás de ella y al que tiende una partitura.

Reunión musical, 1659, Gabriel Metsu
Reunión musical, 1659, Gabriel Metsu
(Nueva York, Metropolitan Museum)

La lección de música de Vermeer es sin duda el tratamiento aislado más bello del tema de la música y el amor. Durante mucho tiempo se pensó que el hombre era el maestro de la joven, pero debido a la presencia de un bajo y una jarra de vino en el primer plano, ha parecido más probable que se trata del amante y, la dirección de la mirada (revelada por el espejo) es una mirada de ternura. El tema de la pintura que cuelga en la pared del fondo, la mitad de la cual es apenas visible, representa la «La Caridad romana»

La lección de música, c. 1663, Johannes Vermeer
La lección de música, c. 1663, Johannes Vermeer
(Londres, Colecciones reales)

Esta pintura, en la que todos los elementos se equilibran sutilmente, es una de las cumbres de la pintura de género holandesa. El ángulo ascendente de la visión del espectador, el encuadre circunscrito en la parte superior del lienzo por las vigas del techo, en el suelo, por las baldosas, el delicado juego de luces y sombras en la pared del fondo, la importancia acordada al complejo motivo del tapiz que cubre la mesa, el elemento visualmente inquietante del espejo, revela el enfoque de Vermeer: preciso, cuidadoso, profundamente intelectual.

Los intercambios epistolares

En la sociedad altamente alfabetizada de la República holandesa, el correo fue muy activo en el conjunto de las provincias y en todas las clases sociales en el siglo XVII. El servicio postal holandés podía presumir de ser el más eficiente de Europa. Para los que carecían de inspiración, existían manuales que ofrecían una selección de fórmulas y tonos apropiados para cualquier circunstancia. La obra más popular fue El secretario a la moda del francés Jean Puget de la Serre, constantemente reeditado en Amsterdam después de haberse publicado por primera vez en 1643 y traducido al holandés en 1651. El manual de La Serre sugiere que en los intercambios epistolares, hay que utilizar todos los matices de las palabras, cuyos significados son múltiples. En la pintura de género holandesa, los intercambios epistolares a menudo se asocian con el amor. Ello es evidente en dos obras que forman pareja y donde Gabriel Metsu ha inventado una intriga amorosa: en el primer cuadro, un hombre joven está escribiendo una carta, en el segundo, su destinataria, una mujer joven, lee la carta junto a la ventana. El tema del amor se enfatiza con el gesto de la doncella que, al levantar una cortina, revela un cuadro representando una marina. En un emblema de J. Krul en su Minne-beelden (Amsterdam 1634), se muestra un Cupido al timón de una barca que lleva el amante a su amada, y cuyo lema es: «Sea cual sea la distancia que nos separa tu estas siempre en mi corazón». Observamos la misma yuxtaposición de carta y marina en La carta de amor de Vermeer y podemos suponer que aquí también, la carta que la sirvienta entrega a su ama es una carta de amor.

La carta, c. 1660-1665, Gerard ter Borch, detalle
La carta, c. 1660-1665, Gerard ter Borch
(Londres, Colección Real)

Una de las mujeres, sentada, parece haber terminado de escribir; la otra, de pie, lee la carta; la primera escucha la lectura de sus propias palabras, tratando de evaluarlas. Las dos caras expresan mucho más que amor: un pensamiento para la persona ausente, la proyección exterior y la auto-consciencia. El terciopelo del taburete en el primer plano, en el que duerme un perro, el satén del vestido de la mujer que lee, la bandeja y la jarra, el brillo de la lámpara de latón, son, de alguna manera, los elementos del tema de Ter Borch y la comunicación entre las dos mujeres, analizada delicadamente, es solo un pretexto. Pero, lo más interesante es, una vez más, el testigo, el tercer personaje: el joven servidor entre las dos mujeres, que nadie en la pintura está mirando.

La lettre, vers 1660-1665, Gerard ter Borch

La atención del joven, en este interior holandés claramente burgués, que está a punto de tomar una bandeja y una elegante jarra, es retenida por las palabras leídas en voz alta por la joven de pie. Descubre el amor al mismo tiempo? Es indiferente a la joven que lee en voz alta?

A menudo, Vermeer y Ter Borch han tratado ambos aspectos de la relación epistolar. Los dos han representado a una joven epistolar en dos composiciones estrechamente relacionadas. En Mujer de amarillo escribiendo una carta de Vermeer, la joven hace una pausa y mirando hacia al espectador parece pedirle ayuda, mientras que la joven de Ter Borch en Mujer escribiendo una carta se absorbe en su tarea, dando la sensación al espectador de cometer una indiscreción. En el cuadro de Ter Borch, es como si hubiéramos irrumpido con torpeza en la habitación, mientras que la joven de Vermeer nos invita a compartir su dificultad en encontrar las palabras correctas. Terborch es mucho más lineal y descriptivo que Vermeer, mientras que los admirables efectos logrados por este último son, la luz capturada por las cintas del cabello de la joven y por el amarillo limón de su chaqueta forrada de piel.

Mujer de amarillo escribiendo una carta, c. 1666, Johannes Vermeer
Mujer de amarillo escribiendo una carta, c. 1666, Johannes Vermeer
(Washington, National Gallery)
Mujer escribiendo una carta, c. 1655, Gerard ter Borch
Mujer escribiendo una carta, c. 1655, Gerard ter Borch (La Haya, Mauritshuis)

En las escenas epistolares que pertenecen al período de Amsterdam de Pieter de Hooch (después de 1660) no hay ningún rastro de juicio moral; emana de esas pinturas un sentimiento de discreta melancolía que nos sitúa inmediatamente más allá de cualquier posible sanción. En sus pinturas, se buscaría en vano algo más que la representación de lujosos interiores, de hombres y mujeres bien vestidos, que piensan visiblemente en el placer más que en la virtud.

Hombre leyendo una carta, 1668, Pieter de Hooch
Hombre leyendo una carta, 1668, Pieter de Hooch (Amsterdam, Rijksmuseum)

La atracción por las cosas que se ocultan

Una característica destacada de la pintura de género holandesa es que la relación de los sexos no se evoca en términos tradicionales y estereotipados, sino a menudo en un lenguaje infinitamente sutil, resueltamente contemporáneo y profundamente conmovedor. Judith Leyster, en una pintura de 1631, La Proposición, muestra a una costurera trabajando a altas horas de la noche a la luz de una bujía; ella prefiere trabajar largas horas para ganar su sustento en lugar de aceptar el dinero, – que aparenta ignorar -, ofrecido por el hombre a cambio de amor. Es el mismo dilema moral que Gerard ter Borch presenta en una pintura del Louvre, titulada, no sin ironía, Oficial galante, aunque la virtud de la joven aquí es menos cierta. Todo el interés de la pintura reside en la indecisión de la joven que tiene la mirada puesta en las monedas que le muestra el soldado.

La Proposición, 1631, Judith Leyster
La Proposición, 1631, Judith Leyster
(La Haya, Mauritshuis)

Judith Leyster fue una de las primeras en pintar escenas de la vida cotidiana. Nacida en 1609, trabajó principalmente entre 1629 y 1635, 1629 es el año de nacimiento de Metsu y De Hooch. Lester presenta una visión compleja de la mujer, lejos del elogio sistemático y algo sentimental que se puede observar en un Metsu.

Oficial galante, c. 1660-1663, Gerard ter Borch
Oficial galante, c. 1660-1663, Gerard ter Borch (París, Museo del Louvre)

Algunos escritores del siglo XIX han dado interpretaciones erróneas de ciertas pinturas, como es el caso de Goethe, especialmente cuando da una versión muy sentimental de la Admonición paterna de Ter Borch en Las afinidades electivas. Pero debemos recordar que la creación de una situación humana interesante, la puesta en escena de una historia plausible, era, como sabían los pintores del siglo XIX, un aspecto importante del arte de sus predecesores del siglo XVII. Pero para comprender completamente estas situaciones y la secuencia de hechos que ellas suponen, no es particularmente necesaria ninguna referencia a las ideas y a la literatura contemporáneas.

Admonición paterna, c. 1654, Gerard Ter Borch
Admonición paterna, c. 1654, Gerard Ter Borch (Amsterdam, Rijksmuseum)

La pintura ilustra esta forma de ambigüedad que caracteriza toda la obra del pintor. Una joven vista de espaldas, vestida de satén blanco; una segunda, sentada, bebiendo una copa de vino; un oficial, también sentado, habla acompañándose de gestos. Es una escena de amor venal? Se cree que había una moneda de oro en la mano del soldado, pero fue borrada. Otros lo ven como una propuesta de matrimonio; pero el significado final permanece velado: ahí radica la «atracción por las cosas que se ocultan» (Wölfflin)

Mujer bebiendo con dos soldados, 1658, Pieter de Hooch
Mujer bebiendo con dos soldados, 1658, Pieter de Hooch (Londres, National Gallery)

Bajo la mirada de dos soldados, una mujer bebe pero da la impresión de mirar la copa al trasluz de la ventana. La segunda mujer no es una celestina sino una sirvienta, y sus rasgos expresan humildad, no avaricia. El cuadro encima de la chimenea representa la Educación de la Virgen, un tema que contrasta con la alegre compañía aquí presente, pero no proporciona una clave para la interpretación.

La Joven comiendo ostras de Jan Steen, está lejos de ser una encarnación de la virtud: tanto la comida a la que se le atribuye un valor afrodisíaco, como la mirada pícara que lanza al espectador, clasifican a la joven entre los clientes habituales de las posadas. El artista ha encubierto de forma elegante una clara invitación a reunirse con ella.

Joven comiendo ostras, c. 1658-1660, Jan Steen
Joven comiendo ostras, c. 1658-1660, Jan Steen (La Haya, Mauritshuis)
Bibliografia

Kahr, Madlyn Millner. La peinture hollandaise du Siècle d’or. Paris, 1998
Brown, Christopher. La peinture de genre hollandaise au XVIIe siècle. Amsterdam, 1984
Leymarie, Jean. La peinture hollandaise. Paris, 1956
Todorov, Tzvetan. Éloge du quotidien : essai sur la peinture hollandaise du XVIIe siècle. Paris, 1993
Westermann, Mariët. Le siècle d’or en Hollande. Paris, Flammarion, 1996