Gustave Caillebotte: pintar la vida moderna

Caillebotte y el realismo pictórico

Gustave Caillebotte fue alumno de Léon Bonnat durante más de un año antes de ingresar a la École des Beaux-Arts a partir de marzo de 1873, y al año siguiente se hizo amigo de los miembros de la Société anonyme coopérative des artistes peintres, sculpteurs et graveurs (Sociedad anónima de pintores, escultores y grabadores), un grupo de pintores con sede en París que más tarde sería conocido como los impresionistas. En 1874, a la muerte de su padre, un rico industrial textil, Caillebotte había heredado una gran fortuna, gracias a la cual pudo dedicarse a tiempo completo a la pintura. Un extraño comienzo, interrumpido sin duda, como atestiguan las primeras obras, por el descubrimiento de otro arte, el de Degas y sus amigos. En 1875, Caillebotte opta por la vía abierta por el realismo de 1850 e, influido por Monet y Degas, se convierte en el observador de la alta burguesía y el proletariado parisinos, a los que pinta con una mezcla inimitable de naturalidad y rigor formal, de franqueza realista y orden estricto. Cada una de sus composiciones, desde Los acuchilladores de parquet hasta Retratos en el campo, se convierte en un trozo de vida social captado por la audacia de un análisis metódico cuyo punto de vista, nunca gratuito a pesar de las distorsiones ópticas que provoca, varía según el tema y su clima psicológico. A pesar de su admiración por Monet, a pesar de sus interesantes intentos, Caillebotte rara vez fue un paisajista impresionista. Quizás este antiguo alumno de la École des Beaux-Arts había inscrito en él la superioridad de la representación del hombre y de sus pasiones, incluso en el mundo moderno.

Los acuchilladores de parquet, 1876, Gustave Caillebotte
Los acuchilladores de parquet, 1876, Gustave Caillebotte, Brooklyn Museum.
Retratos en el campo, 1876, Gustave Caillebotte
Retratos en el campo, 1876, Gustave Caillebotte, Bayeux, Museo Baron Gérard.

Entre los impresionistas a los que se unió en 1876, Caillebotte destaca ante todo por el realismo de sus obras y sus originales trazados, que expresan una visión que reconcilia la clase obrera y la burguesía. En el cuadro Peintres en bâtiment (Pintores en un edificio), presentado en la tercera exposición impresionista (1877), la apatía ambiental y la soledad parecen amplificadas por la vertiginosa perspectiva en forma de X y en la que las líneas del pavimento prolongan las de los tejados. La fuerza de Caillebotte reside en haber utilizado esta composición inédita con el fin de acentuar el sentimiento de indiferencia y de insulsez que emana de esta escena callejera.

Pintores en un edificio, 1877, Gustave Caillebotte
Pintores en un edificio, 1877, Gustave Caillebotte, Colección privada.

Courbet, Millet y Corot, primero, y más tarde Manet, contribuyeron a la eclosión del realismo pictórico en su formulación definitiva. Según el crítico Edmond Duranty, la nueva pintura, empapada del «jugo de la vida», debía convertirse en la historiadora de su tiempo y registrar con escrupulosidad y audacia «la nota especial del individuo moderno, en su vestimenta, en medio de sus hábitos sociales, en su casa o en la calle».

Femme à sa toilette, c. 1873, Gustave Caillebotte, Colección privada
Femme à sa toilette, c. 1873, Gustave Caillebotte, Colección privada.

Como coleccionista, mecenas y promotor de sus amigos y colegas, Caillebotte no hizo distingos: compró y admiró tanto a Monet y Renoir – su albacea testamentario – como a Cézanne, Degas y Manet. Su criterio fue siempre el de la calidad, no el de la proximidad artística o personal (no incluyó en su colección a amigos que no juzgaba de suficiente talla, como De Nittis o Guillaumin).

Un nuevo paisaje urbano

En poco menos de diecisiete años, Eugène Haussmann convirtió París en una ciudad moderna. Hizo demoler barrios enteros y los sustituyó por grandes inmuebles, que se abrían a amplias avenidas, los famosos bulevares parisinos. París se transformó tan claramente, que este cambio tardío se impuso a los pintores como una dimensión determinante de la vida moderna. Entre los impresionistas, fue Caillebotte quien describió con mayor intensidad el nuevo espacio urbano, sus perspectivas, las fachadas de sus edificios y las gigantescas líneas de fuga de sus avenidas. El gran cuadro Calle de París, día de lluvia, fue la principal atracción de la tercera exposición impresionista de 1877. El cuadro fue concebido cuidadosamente, a partir de una serie de dibujos preparatorios y estudios al óleo, para observar el efecto final y elegir los colores que el pintor utilizaría.

Calle de París, día de lluvia, 1877, Gustave Caillebotte, Chicago, The Art Institute.

Las primeras escenas urbanas de Caillebotte combinan el aspecto riguroso y conmovedor de la vida moderna con efectos de encuadre y perspectiva acelerada que atraen la mirada -como intentará más tarde Fernand Léger– hacia los ritmos de la capital. En una de las versiones del Puente de Europa podemos ver a Caillebotte en la silueta del hombre con sombrero de copa que nos da la espalda. Es la figura del flâneur baudelairiano que mira con la elegancia del desapego.

El puente de Europa, 1876, Gustave Caillebotte, Fort Worth, Texas
El puente de Europa, 1876, Gustave Caillebotte, Fort Worth, Texas, Kimbell Art Museum.
El bulevar visto desde arriba, 1880, Gustave Caillebotte
El bulevar visto desde arriba, 1880, Gustave Caillebotte, Colección privada.

En algunos de sus cuadros, Caillebotte nos muestra a personas en un piso observando la ciudad desde la ventana, pero en su cuadro Vista de tejados (efecto de nieve), uno de los más interesantes de sus obras, nos ofrece una vista inusual de la ciudad. Su capacidad para captar la pesada atmósfera del frío día de invierno, le convierte en uno de los intérpretes más sensibles de la poética impresionista.

Vista de tejados (efecto de nieve), 1878, Gustave Caillebotte
Vista de tejados (efecto de nieve), 1878, Gustave Caillebotte, París, Museo de Orsay.
Balcón, Boulevard Haussmann, 1880, Gustave Caillebotte
Balcón, Boulevard Haussmann, 1880, Gustave Caillebotte, Colección privada.

La ironía de Baudelaire en su concepto «multitud igual a soledad» parece imprimir su sello en el clima de ciertos cuadros de Caillebotte, que prefiguran a Seurat y a veces a De Chirico. La ciudad moderna haussmaniana aumenta, sin embargo, el sentimiento de desarraigo y aislamiento en quienes la habitan, e incluso la necesidad de escapar de ella. A menudo, Caillebotte, a través del encuadre de las ventanas, relaciona la calle con el interior de los pisos. La vida de las parejas silenciosas, una paz doméstica que a veces destila aburrimiento: la soledad de estas personas de clase media se une a la de los transeúntes y al vacío de las avenidas desiertas. Más que las escenas de la calle, los cuadros de interiores suelen estar cargados de expectación, de vacío emocional, de sopor y, cuando no, de angustioso aburrimiento. En 1880, Caillebotte presenta dos cuadros que muestran dos momentos de la vida conyugal de una pareja burguesa: Interior, Mujer en la ventana y Mujer leyendo. En este último, la sensación de vacío y silencio frecuente en la obra de Caillebotte, se ve acentuado por la desproporción entre las dos figuras, exagerada a propósito. Este punto de vista tan cercano y bajo da al espectador la impresión de estar sentado junto a la mujer.

Mujer leyendo, 1880, Gustave Caillebotte
Mujer leyendo, 1880, Gustave Caillebotte, Colección privada.
Interior, Mujer en la ventana, 1880, Gustave Caillebotte
Interior, Mujer en la ventana, 1880, Gustave Caillebotte, Colección privada.

En el Retrato de Henri Cordier, el artista no lo hace posar, sino que, como en Mujer leyendo, elige un primer plano, de arriba abajo, y lo muestra casi de espaldas, escribiendo notas en su escritorio. A la derecha, la librería estabiliza esta composición de tonos marrones, poco impresionista.

Retrato de Henri Cordier, profesor de la Escuela de Lenguas Orientales, 1883, Gustave Caillebotte
Retrato de Henri Cordier, profesor de la Escuela de Lenguas Orientales, 1883, Gustave Caillebotte, París, Museo de Orsay.

Los remeros

Tema común a todos los impresionistas después de Manet, y deporte favorito de Caillebotte, junto con la vela, el paseo en barca inspiró al artista a realizar cuadros con composiciones sorprendentes. Al mismo tiempo, su paleta, más audaz, se vuelve más clara bajo la influencia de Monet. Hacia 1877, Caillebotte pintó una docena de cuadros dedicados a las orillas del Yerres y a sus piragüistas, buscando variar los puntos de vista y plasmar, además de la idea de movimiento, el aspecto saludable del ejercicio físico. Esas composiciones de punto de vista elevado y planos abatidos, o bruscamente yuxtapuestos, deben mucho a la fotografía, a la que tan aficionado era su hermano Martial, con quien compartió vivienda en París. También procede de la fotografía la presencia elíptica pero rotunda del pintor en el cuadro, al que adivinamos sentado en la popa de la barca en la que boga el Remero con sombrero de copa, o asomado al puente bajo el que se deslizan las Piraguas en el río Yerres. El espectador toma así el lugar del pintor en estas escenas vistas como en cámara subjetiva, sumido en el fluir cambiante del agua, como en las que Monet pinta desde su célebre barco-taller que, según algunos autores, Caillebotte había ayudado a diseñar a su amigo.

Remeros en el Yerres, 1877, Gustave Caillebotte
Remeros en el Yerres, 1877, Gustave Caillebotte, Colección privada.

En el citado Remero con sombrero de copa, desconocemos la identidad del personaje: puede tratarse de uno de los numerosos amigos del artista, su huésped durante unos días en la casa de campo situada en Yerres, a orillas del río del mismo nombre. El cuadro no escapó a la ironía de los críticos y se convirtió en objeto de una feroz caricatura en la revista Le Charivari.

Remero con sombrero de copa, 1877-78, Gustave Caillebotte
Remero con sombrero de copa, 1877-78, Gustave Caillebotte, Colección privada.
Piraguas en el río Yerres, 1877, Gustave Caillebotte
Piraguas en el río Yerres, 1877, Gustave Caillebotte, Washington, National Gallery.

Caillebotte paisajista

Con el impresionismo, el paisaje, al que Monet debe su fama, amplió considerablemente sus límites. Ya no se ceñía a un rincón de la naturaleza, sino que asumía el mundo moderno tal y como se presentaba: el campo semiurbano, las ciudades, el mar y sus playas. Asimila las variaciones de un mismo lugar bajo la luz cambiante, y somete la figura humana a las coloraciones del entorno. Caillebotte pintó un número creciente de ellos en su carrera: el paisaje suburbano y humanizado en torno al Sena, cerca de la capital y de Normandía, uno de los rasgos característicos del impresionismo, donde el agua desempeña un papel importante. Por otra parte, las numerosas vistas y escenas que pintó en los jardines de las dos fincas que poseía: la de la casa familiar en el Yerres, y la de la propiedad que construyó él mismo a partir de 1881 en Petit-Genneviliers, donde se instaló de forma definitiva.

El parque y la finca de Caillebotte en Yerres, 1875, Gustave Caillebotte
El parque y la finca de Caillebotte en Yerres, 1875, Gustave Caillebotte, Colección privada.
Ropa blanca secándose, Petit Gennevilliers, 1888, Gustave Caillebotte
Ropa blanca secándose, Petit Gennevilliers, 1888, Gustave Caillebotte, Colección privada.
El père Magloire camino de Saint-Clair en Étretat, 1884, Gustave Caillebotte
El père Magloire camino de Saint-Clair en Étretat, 1884, Gustave Caillebotte, Colección privada.
Argenteuil, Fête foraine, 1883, Gustave Caillebotte
Argenteuil, Fête foraine, 1883, Gustave Caillebotte, Colección privada.

La cuenca de Argenteuil, con sus dos puentes, sus animados deportes náuticos y sus orillas resplandecientes de luz y verdor, fue un escenario ideal para las investigaciones de los impresionistas. Varios de ellos, atraídos por el aura de Monet, que permaneció allí hasta 1878, vinieron a trabajar junto a él: Sisley en 1872, Renoir en 1873 y 1874. En cuanto a Caillebotte, se dedicó a su afición por la vela, pero también produjo algunos paisajes, volviendo a la olvidada cuna del impresionismo.

El puente de Argenteuil y el Sena, 1885, Gustave Caillebotte
El puente de Argenteuil y el Sena, 1885, Gustave Caillebotte, Colección privada.

Monet y Caillebotte compartían la misma pasión por la jardinería. En Petit-Genneviliers, Caillebotte disponía de un gran invernadero, pero a diferencia del jardín de Monet en Giverny, el de Caillebotte estaba diseñado geométricamente y dispuesto en líneas rectas. Pintó varias vistas de este jardín, cuadros de factura más ligera y libre en los que se revela la influencia de Monet.

Las dalias, jardín de Petit-Gennevilliers, 1893, Gustave Caillebotte
Las dalias, jardín de Petit-Gennevilliers, 1893, Gustave Caillebotte, Colección privada.


Bibliografía

Guégan, Stéphane. Caillebotte. Peintre des extrêmes. Hazan, 2021
Darragon, Eric. Caillebotte. Collection Tout l’Art, 1994
Crepaldi, Gabrielle. Petite encyclopédie de l’impressionnisme. Solar, 2002
Lemoine, Serge. Caillebotte Peintre et Photographe. Flammarion, 2011
Baron, Jean-Marie. Caillebotte Impressionniste. Herscher, 2005