Alfred Sisley, un impresionista romántico

Obra trempana

La actitud de Sisley es de ascendencia claramente romántica. Como para los paisajistas ingleses que admiró en su juventud londinense – especialmente Constable-, los cielos cobran singular importancia a la hora de expresar esa relación poética con la naturaleza, cuyo significado está en la proyección sobre ella de las emociones del artista. Nacido en París en 1839, hijo de una familia de comerciantes de origen inglés establecida en Francia, Alfred Sisley conservó siempre la nacionalidad inglesa, aunque en los últimos años de su vida intentara naturalizarse francés. A los dieciocho años, su familia lo envió a Londres para perfeccionar su inglés y formarse en le negocio familiar, pero él prefirió visitar los museos. A su vuelta a París, en 1862, no encontró oposición familiar a seguir la carrera artística, para lo que ingresó en el estudio de Charles Gleyre, un pintor académico de origen suizo. El taller de Gleyre cerraría apenas un año después, pero en tan breve periodo Sisley coincide allí con Monet, Renoir y Bazille. Durante sus años en Londres, Sisley ya había mostrado un interés preferente por el paisaje, pero será el entusiasmo que Boudin había inculcado en Monet por la pintura al aire libre lo que empujará al grupo de amigos a reunirse en Chailly, junto al bosque de Fontainebleau, en la Semana Santa de 1863. Deslumbrados por los lugares que treinta años antes venían cultivando los paisajistas de Barbizon, los cuatro amigos vuelven a menudo en los cinco años siguientes, tanto a Chailly como a Marlotte, también en la linde del bosque; allí, en la posada de la mère Anthony, los retrataría Renoir en 1866 (en el cuadro, Sisley de espaldas con sombrero blanco), como lo haría tres años después, esta vez en Chailly, con Sisley y su mujer Marie Lescouezec. En 1866, el Salón le acepta dos vistas de Marlotte; solo dos veces más conocería ese mismo privilegio – en 1868 y 1870-, aunque tan solo lo intentó, en vano, en 1879 acuciado por la falta de dinero.

Calle de pueblo en Marlotte, 1866, Museo Albright-Knox
Calle de pueblo en Marlotte, 1866, Alfred Sisley, Museo Albright-Knox.
El cabaret de la Mère Anthony, 1866, Pierre-Auguste Renoir, Estocolmo, National Museum
El cabaret de la Mère Anthony, 1866, Pierre-Auguste Renoir, Estocolmo, National Museum.
Alfred Sisley, Vista de Montmartre desde la Cité des Fleurs en Batignolles, 1869, Museo de Grenoble
Vista de Montmartre desde la Cité des Fleurs en Batignolles, 1869, Museo de Grenoble.

La obra temprana de Sisley (solo hay unas dieciocho anteriores a 1871), revelan influencias de Corot y Courbet y muestran su apego por el paisaje de la región central conocida como Île de France, del que Sisley, pese a su origen familiar y a la apariencia británica que le confería su barba recortada y puntiaguda será el más característico intérprete.

La poesía del paisaje

Lo que diferencia a Sisley de sus compañeros es su relación emocional con el cuadro. En 1891, comparando uno de sus paisajes nevados con otro de Monet, George Moore escribió: «Sisley es menos decorativo, menos superficial; su toque es más cuidadoso. Ha mirado con más profundidad la naturaleza, que para él es algo más que apariencia brillante». En la misma línea, Gustave Geffroy centraba el objetivo de su pintura en «evocar la permanencia de las cosas bajo la luz cambiante». Es cosa sabida que el impresionismo radicaba en pintar la apariencia de las cosas, la sensación coloreada que dejan en la retina. En su versión más radical – la de Monet -, esa es una actitud positivista, que considera el mundo bajo un prisma fenomenológico: las cosas son sus distintas apariencias en cada momento y no ninguna sustancia anterior o posterior a ellas. El aspecto cambiante de la naturaleza determinado por la luz viene a ser el modo de expresión de una cierta poesía inscrita en ella. El temperamento de Sisley interpretaría esa poesía del paisaje como un instrumentista ejecuta su partitura.

Alfred Sisley, Primera nieve en Louveciennes, 1870, Boston, Museo de Bellas Artes
Primera nieve en Louveciennes, 1870, Boston, Museo de Bellas Artes.
Alfred Sisley, La isla de Saint-Denis, 1872, París, Museo de Orsay
La isla de Saint-Denis, 1872, París, Museo de Orsay.

El refugio de Louveciennes

En 1871, tras el estallido de la Guerra Franco-prusiana y los sucesos de la Comuna de París, Sisley se refugia en Louveciennes, donde coincide con Renoir y su hermano. Hasta entonces, Sisley, que ya tenía dos hijos, había gozado de rentas familiares, pero la ruina de su padre tras la guerra le obligan a ganarse la vida con la pintura. Su existencia se transforma en la sucesivo en un autentico calvario de privaciones, cuyo dramatismo se solapa bajo la apariencia lírica y amable de sus obras. En Louveciennes permanece hasta 1874 pintando lugares cercanos al Sena y los alrededores de París, como Villeneuve-la-Garenne, cerca de Saint-Denis, lugares de paseo dominical de los parisinos y habituales en el repertorio impresionista – Argenteuil, Bougival -; Renoir y, a veces Monet le acompañan y también Pissarro, a su regreso de Londres. Sisley participará en los ambientes frecuentados por sus compañeros, como el famoso Café Guerbois, donde se reunían en torno a Manet, pero siempre de forma discreta y en segundo plano. Desde 1872, Durand-Ruel empieza a comprar su obra y a exhibirla en su galería londinense de New Bon Street.

Villeneuve-la-Garenne, 1872, Alfred Sisley, San Petersburgo, Museo del Hermitage
Villeneuve-la-Garenne, 1872, Alfred Sisley, San Petersburgo, Museo del Hermitage.
Alfred Sisley, El puente de Argenteuil, 1872, París, Museo de Orsay
El puente de Argenteuil, 1872, París, Museo de Orsay.
Alfred Sisley, Cuesta en Louveciennes, 1873
Cuesta en Louveciennes, 1873, París, Museo de Orsay.

Sisley fue probablemente el pintor impresionista más atraído por las vistas fluviales, a las que dedicó una parte considerable de su producción pictórica. En estos cuadros, llenos de poesía y sentimiento, su carácter introvertido y retraído puede expresarse con total libertad y mostrar su riqueza interior de la mejor manera posible.

El Sena en Port-Marly, 1873, Alfred Sisley
El Sena en Port-Marly, 1873, Alfred Sisley, Chicago, Art Institute.

El cuadro La carretera de Sèvres de 1873, se expuso en la Exposición Universal de París de 1900, un año después de la muerte del pintor, y se considera uno de los mejores ejemplos de su estilo. La parte superior está ocupada por el cielo, cuyo color azul pálido sigue velado y atenuado por el blanco evanescente de las nubes. En la parte inferior, donde la hilera de árboles refuerza la impresión de profundidad, Sisley utiliza unos pocos colores vecinos, casi sin contraste, según el esquema del círculo cromático de Chevreul.

La carretera de Sèvres, llamado también El camino de la máquina en Louveciennes, 1873, Alfred Sisley
La carretera de Sèvres, llamado también El camino de la máquina en Louveciennes, 1873, Alfred Sisley, París, Museo de Orsay.

Luz y atmósfera londinenses

Tras participar en la primera exposición impresionista, el pintor llegó a Londres en 1874, acompañado por Jean-Baptiste Faure, famoso barítono de la Ópera y uno de los primeros coleccionistas de sus obras. El artista permaneció allí cuatro meses, durante los cuales realizó una quincena de cuadros a orillas del Támesis, en la pequeña ciudad de Hampton Court o en Molesey, en las inmediaciones. Este periodo marca una etapa fundamental en el desarrollo pictórico de Sisley: la pincelada se hace mucho más libre y más brillante, las sombras se aclaran y se llenan de matices de color y la luz se plasma en términos atmosféricos, más que ligada de forma directa a su incidencia sobre los objetos sólidos. En La esclusa de Molesey, la presencia de los bañistas en la parte izquierda del cuadro subraya su interés por las escenas de la vida cotidiana y revela así al espectador las proporciones adecuadas y el tamaño real de la imponente esclusa.

Alfred Sisley, La esclusa de Molesey. Hampton Court, 1874
La esclusa de Molesey. Hampton Court, 1874, Edimburgo, National Galleries of Scotland.

En La regata a Molesey, la atención del espectador se centra en las coloridas banderas que ondean al viento, que crean un elemento de novedad y dan a la escena una agradable vivacidad. El artista ha dibujado a los remeros con trazos rápidos, sin ningún dibujo previo. Los rápidos contornos dan una impresión de velocidad. En esta composición, como en otras de su rica producción, Sisley alterna las líneas verticales, representadas aquí por las astas, y las horizontales: el cielo, la vegetación, el río y las barcas.

La regata en Molesey, 1874, Alfred Sisley
La regata en Molesey, 1874, Alfred Sisley, Paris, Museo de Orsay.

Durante los meses que pasó en Inglaterra entre 1870 y 1871, Sisley conoció a Pissarro. De vuelta a Francia, los dos artistas pintaron juntos a menudo en los alrededores de Louveciennes y Voisins. En el cuadro La niebla, el artista utiliza una gama limitada de colores, de modo que parece casi monocromo. De hecho, toda la escena está filtrada por la niebla matinal, que difumina los contornos, borra los detalles y sitúa al espectador en una relación totalmente nueva con la naturaleza, creando un vínculo íntimo y emocional.

La niebla, 1874, Alfred Sisley
La niebla, 1874, Alfred Sisley, París, Museo de Orsay.

Inundación en Port-Marly

Entre 1874 y 1876, Sisley permaneció en Marly-le-Roi y pintó varios cuadros en la cercana ciudad de Port-Marly, entre ellos Inundación en Port-Marly. La inundación del Sena en 1876 le impresionó especialmente: el artista quería pintar un cuadro de atmósfera y, al mismo tiempo, dar testimonio de un episodio que le resultaba especialmente importante. Para ello, aplicó la pintura en pequeñas pinceladas separadas, casi paralelas entre sí, en una gradación desde el centro hacia los lados. Combina estas zonas con otras en las que los colores están más diluidos, para crear una alternancia de superficies y masas, que absorben la luz de diferentes maneras. Un aspecto evidente de este cuadro es la ausencia de cualquier elemento dramático, aunque el tema del cuadro se presta a este tipo de interpretación. Las figuras, dibujadas de forma muy básica, con una gran economía de color, muestran calma y serenidad, lo que ayuda a eliminar cualquier tensión o ansiedad en el espectador.

Inundación en Port-Marly , detalle, 1876, Alfred Sisley
Inundación en Port-Marly , detalle, 1876, Alfred Sisley, Paris, Museo de Orsay.

La solemne figura del restaurante y los hombres en la barca dan la nota atenuada de la presencia humana en mitad de la catástrofe, contemplada con melancolía pero sin pragmatismo. Igual que las hileras de árboles y el poste telegráfico medio sumergidos, son el testimonio de un orden subyacente que contrasta de forma emotiva con la naturaleza fuera de control de las aguas. Sin duda, una de las imágenes en las que Sisley supo expresar con mayor intensidad su enfrentamiento poético y sentimental con el tema. El impresionismo poético y romántico de Sisley, de suaves tonalidades rosadas y violetas, se consolida mientras sus finanzas empeoran: casi toda su correspondencia son dramáticas peticiones de ayuda a Durand-Ruel y otros amigos.

Alfred Sisley, La carretera de Versailles, 1875
La carretera de Versailles, 1875, París, Museo de Orsay.
Alfred Sisley, Fiesta del 14 de Julio en Marly, 1875
Fiesta del 14 de Julio en Marly, 1875, Colección privada.

Effet de neige

Entre los muchos cuadros impresionistas que representan paisajes nevados, solo Renoir -que definía la nieve como «la lepra de la naturaleza»- parece haberse sustraído a su fascinación, pero los de Sisley son justamente celebrados por encima de los de sus amigos, tanto por su abundancia como por su especial sensibilidad para el tema. Para los impresionistas, la nieve era un motivo ideal por su carácter efímero. El manto blanco permite observar de manera muy precisa la variedad tonal de las sombras, ofreciendo un campo de pruebas inmejorable para determinar el valor de la sensación coloreada. Sisley, además, le añade su característico registro poético: el campo nevado expresa la desolación de la naturaleza en invierno; una tristeza transcrita con suavidad, sin acentos dramáticos ni desgarrados. La blancura dominante le obliga a dosificar mucho su paleta, por lo que el tono poético se anota con extrema austeridad, sugiriendo las sombras con delicados toques azules y, a veces, con pinceladas de un rosa salmón suave y levemente cálido que sitúan estos paisajes invernales entre lo mejor de su producción.

Alfred Sisley, Nieve en Louveciennes, 1878
Nieve en Louveciennes, 1878, París, Museo de Orsay.
Alfred Sisley, Invierno, efecto de nieve, 1876
Invierno, efecto de nieve, 1876, Lille, Palais des Beaux-Arts.

A orillas del Loing

Moret-Sur-Loing, donde lo encontrará la muerte en el último año del siglo, es el lugar más vinculado a la obra y a la figura de Sisley. En 1880 se mudó a Veneux-Nadon y, tres años después, a Sablons, ambos a escasos minutos de la villa medieval de Moret. Allí se establece definitivamente en 1889, en una casita junto a la vieja y maciza iglesia gótica. Precisamente la iglesia será el motivo de una serie de pinturas realizadas entre 1893 y 1894, cuya comparación con La catedral de Rouen, de Monet, muestra bien la diferencia entre ambos a la hora de abordar el lenguaje impresionista. Muy afectado por la crónica incomprensión de su obra, Sisley intenta ampliar su estilo, hacerlo más vigoroso. Buena parte de sus vistas de álamos y casas en Saint-Mammès y otros lugares a orillas del Loing conservan, sin embargo, la fidelidad a su versión poética y emotiva del paisaje de la Île de France, con una concentración, inédita en años anteriores. Moret no está lejos del bosque de Fontainebleau, donde Sisley se iniciara en 1863 con Bazille, Renoir y Monet. De alguna forma, nunca salió de allí.

Alfred Sisley, El Sena tras el deshielo junto al puente de Suresnes, 1880
El Sena tras el deshielo junto al puente de Suresnes, 1880, Colección privada.
Alfred Sisley, El puente de Moret, 1893
El puente de Moret, 1893, París, Museo de Orsay.

El éxito comercial que empiezan a conocer sus compañeros en los años ochenta y noventa a Sisley le resulta esquivo. En 1897, todavía viajará a Gales invitado por François Depeaux, un coleccionista e industrial de Rouen que le ayudará en sus penurias de estos años. Alojado en Penarth, cerca de Cardiff, pinta una singular serie de vistas de la costa galesa que constituyen sus primeras marinas. Ellas representan quizá el momento en que un Sisley ya cercano a su final muestra mayor dominio de la técnica suelta, de grandes trazos de pincel, que había perseguido desde principios de los años ochenta.

Alfred Sisley, En la Bahía de Langland, Gales, 1897
En la Bahía de Langland, Gales, 1897, Colección privada.


Bibliografía

Geffroy, Gustave. Sisley. Visimuz Éditions, 2016
Sladovic, Anne. Alfred Sisley. L’impressionnisme à l’état pur. Éditions Atlas, 2009
Crepaldi, Gabrielle. Petite encyclopédie de l’impressionnisme. Solar, 2002
Daulte, François. Sisley – Les Saisons. La Bibliothèque des Arts, 2001
Shone, Richard. Sisley. Phaidon, 2004