La pintura mural en Nápoles en el siglo XVIII

Nápoles y Sicilia

En Nápoles y en la isla «terrible y luminosa» (Longhi) el siglo XVIII estuvo marcado por el triunfo de la pintura mural. La búsqueda de sus etapas equivale a escribir la historia de los grandes decoradores. Luca Giordano (1632-1705), Francesco Solimena (1657-1747) y Corrado Giaquinto (1703-1766) fueron grandes artistas que han marcado la historia de la pintura europea.

Luca Giordano, por ejemplo, influyó en el joven Goya y en Fragonard. En cuanto a Francesco Solimena, el éxito unánime y universal que había conocido, sin dejar casi nunca Nápoles, nos permite hablar de un «diktat» Solimena. Impondrá su estilo en Turín, París y Viena, hasta la llegada de Giambattista Tiepolo. El último lugar, desde un punto de vista cronológico, corresponde a Giaquinto. Este artista originario de la Puglia dio nuevo vigor a la pintura napolitana hacia el final del siglo, en Roma, al lenguaje agotado de Maratta; su influencia también fue crucial para la cultura figurativa de Sicilia.

El sacrificio de Aaron y el castigo de Coré, 1703-1704, Luca Giordano
El sacrificio de Aaron y el castigo de Coré, detalle, 1703-1704, Luca Giordano (Nápoles, Cartuja de San Martín, capilla del Tesoro)

El último Luca Giordano

En el Sur, el siglo XVIII se inicia con la desaparición de Luca Giordano (1705). En Nápoles, sus últimos trabajos, la sacristía de Santa Brígida y el Triunfo de Judith, en el Tesoro de San Martín (1704), tienen el mérito de asociar una incomparable frescura conceptual y brillantez en la ejecución. Giordano pintó el Triunfo de Judith, con la figura de la heroína que parece dominar la escena mostrando triunfalmente la cabeza de Holofernes al pueblo de Israel. Los lunetos contienen otras escenas del Antiguo Testamento, entre ellas el Sacrificio de Aaron y el castigo de Coré, encima de la entrada, y la Serpiente de bronce sobre el altar. En Santa Brígida, es Simonelli quien ejecutará los trabajos, pero los cartones son de su mano y anuncian soluciones de la primera época de Goya todavía bajo la influencia de su viaje a Italia. Construidos alrededor de grandes manchas nerviosas de marrón y carmesí, representan el apogeo de la tradición veneciana de la pintura preparatoria.

El sacrificio de Aaron y el castigo de Coré, 1703-1704, Luca Giordano
El sacrificio de Aaron y el castigo de Coré, 1703-1704, Luca Giordano
(Nápoles, Cartuja de San Martín, capilla del Tesoro)
La recogida del maná, 1703-1704, Luca Giordano
La recogida del maná, 1703-1704, Luca Giordano
(Nápoles, Cartuja de San Martín, capilla del Tesoro)

En la bóveda de San Martín, terminada un año antes de su muerte, Giordano adopta tonos más claros: amarillos, naranjas y el color malva de la ropa, con los blancos ligeramente rosados de los rostros que se recortan de forma natural en el azul del cielo. Las fuentes de luz crean reflejos dorados en los estucos del cuadro y en las pinturas monocromas que se encuentran a los lados del fresco y contribuyen a crear la ilusión del pasaje de un cielo real a un cielo fingido. Hay que añadir que las dimensiones de la parte inferior de la superficie pintada, permiten dar una unidad dramática entre los diferentes episodios, circunstancia que no se encuentra en la Galería del palacio Medici-Riccardi realizada veinte años atrás. No se han escatimado esfuerzos para lograr un conjunto decorativo (en el mejor sentido del término) destinado a fascinar más desde un punto de vista sintético que por el análisis de los detalles. El Triunfo de Judith representa la culminación de un camino creativo que impresiona por su coherencia. Es extraordinario que una obra como esta pueda estar a la vanguardia de la pintura europea de su tiempo.

Triunfo de Judith, 1703-1704, Luca Giordano
Triunfo de Judith, 1703-1704, Luca Giordano (Nápoles, Cartuja de San Martín, capilla del Tesoro)

Francesco Solimena

El último cuarto de siglo corresponde al periodo de formación de Francesco Solimena. Esta precisión es de Bernardo de Dominici que lo había conocido personalmente y le dedica, hacia 1745, la más larga de sus Vidas de artistas. Nacido en 1654, y debiendo estar activo ya desde 1670, el apodo de «Caballero calabrés ennoblecido» con el que se le conocía, no era de hecho, despectivo. Se refiere a un Mattia Preti liberado de cualquier resto de caravaggismo y adepto de los principios del «claroscuro muy perfecto y de las grandes composiciones heroicas». En el bagaje pictórico del joven Solimena se mezclan ecos del caravaggismo más o menos civilizado de Battistello y de Vitale, hasta el de Stanzione, y toda la experiencia de los maestros barrocos de los años treinta, precursores de los propagadores: Rubens, Lanfranco, Pietro da Cortona, y el propio Luca Giordano.

La caída de Simón el Mago, 1689-1690, Francesco Solimena
La caída de Simón el Mago, 1689-1690, Francesco Solimena (Nápoles, San Paolo Maggiore)

En Nápoles, en el centro de la sacristía de la iglesia de Santo Domingo, destaca de forma muy evidente la pose de la figura que representa la Fe reproducida, dos años más tarde, casi exactamente como la Judith de Giordano. También encontramos, aunque más contrastados, los mismos tonos de ocre y azul. Pero el efecto es sin embargo completamente diferente. Solimena da la ilusión de un lienzo encolado sobre el muro encerrando la composición en un cuadro según la tradición del siglo XVII.

Los dones del Espíritu Santo, Francesco Solimena, 1709
Los dones del Espíritu Santo, 1709, Francesco Solimena
(Nápoles, iglesia de San Domenico Maggiore)

El nuevo tipo de iglesia desarrollado en el período barroco, ofrecía grandes superficies verticales en la fachada interior y en el muro de separación entre la nave y el presbiterio, espacio que se utilizaba para grandes lienzos y frescos. Como no era fácil ver las imágenes en la fachada interior debido a la luz de las ventanas, era costumbre incluir estos vanos en el programa iconográfico. Las soluciones de mayor éxito para este espacio se encuentran en Nápoles.

Heliodoro expulsado del templo, 1725 Francesco Solimena
Heliodoro expulsado del templo, 1725, Francesco Solimena (Nápoles, Iglesia de Gesú Nuovo)

La escena puede ser entendida como una advertencia al público. Según el espíritu de la Contrarreforma, se esperaba un comportamiento respetuoso en espacios sagrados, por lo que este tipo de escenas son tan comunes en los muros de la entrada en el período barroco.

La conversión de san Pablo, 1689-1690, Francesco Solimena
La conversión de san Pablo, 1689-1690, Francesco Solimena (Nápoles, San Paolo Maggiore)

Guglielmo Borremans

La llegada del pintor flamenco Guglielmo Borremans (Amberes 1670 – Palermo 1744) marca el inicio de la primera época pictórica auténticamente siciliana que se desarrollará lejos de las corrientes que agitaban los círculos artísticos de Roma o de Nápoles. Las referencias al entorno de Maratta prueban que residió en Roma, pero lo cierto es que estaba en Nápoles en 1707. De Matteis supo reconocer en Borremans a un interlocutor inteligente. Es sin embargo probable que, tanto en Nápoles como en Roma, el impulso creativo que hubiera permitido renovar el relato sagrado dándole un cariz más festivo, había desaparecido. Las figuras ostentan expresiones más caricaturescas que alegres y el trazo nos revela un rubenismo tardío. Borremans residió en Nápoles hasta 1715, y sólo De Matteis captó su presencia. La situación era bien diferente en el oeste de Sicilia, donde los artistas flamencos eran siempre bienvenidos.

Descubrimiento de la Vera Cruz, Guglielmo Borremans
Descubrimiento de la Vera Cruz, siglo XVIII, Guglielmo Borremans
(Palermo, Iglesia de San Constantino y Helena)
Gloria de san Vicente Ferrer, 1717, Guglielmo Borremans
Gloria de san Vicente Ferrer, 1717, Guglielmo Borremans
(Nicosia – Enna, Iglesia de San Vicente Ferrer)

La villa Aragona, hoy conocida como Palazzo Cutò fue construida por Luigi Onofrio Nacelle, príncipe de Aragón, como residencia de verano. Las salas están decoradas con escenas mitológicas o bíblicas atribuídas a Borremans.

Venus y Marte, 1726 Guglielmo Borremans
Venus y Marte, 1726 Guglielmo Borremans (Bagheria, Palermo, Palazzo Cutò)
Hércules y Anteo, 1726 Guglielmo Borremans
Hércules y Anteo, 1726 Guglielmo Borremans (Bagheria, Palermo, Palazzo Cutò)

El matrimonio de Carlos de Borbón y María Amalia de Sajonia, celebrado en 1738, proporcionó el pretexto para la decoración de algunas salas del Palacio real. En esta ocasión, Solimena y De Mura trabajaron juntos. Esta obra fue sin duda la más importante que Nápoles conoció durante la primera mitad del siglo XVIII. Hoy en día, por desgracia, sólo los frescos de Mura son todavía visibles. En los apartamentos históricos del palacio, en la bóveda de la sala II, en la Alegoría de la Virtud de Carlos y Maria Amelia, De Mura aplicó la técnica de la pintura al óleo sobre muro (muy poco utilizada en la historia del arte). Este procedimiento realza los colores de los paisajes de esta obra maestra y muestra la habilidad de este pintor de corte «realizando frescos».

El «cuarto estilo» en el siglo XVIII

En Herculano comenzaron las excavaciones en 1738, en Pompeya diez años más tarde, pero en Nápoles el entusiasmo por lo antiguo seguía siendo de actualidad. Jean Seznec escribió que «el descubrimiento de Herculano y de Pompeya en realidad no fue un golpe de teatro como habíamos imaginado». Delante de la imposibilidad de visitar los sitios (este privilegio estaba reservado a los invitados oficiales, tales como Winckelmann y Goethe), los artistas tuvieron que resignarse a compulsar grabados, tan bellos como inexactos, extraídos de pinturas del llamado «cuarto estilo» o del repertorio de trípodes, volutas, máscaras faunescas descubiertas por las excavaciones. Naturalmente, estos motivos fueron incorporados al estilo de la época.

Pérgola con querubines, 1772, Fedele Fischetti
Pérgola con querubines, 1772, Fedele Fischetti
(Herculano, Campania, Villa Campolieto)

En Caserta, las campañas de decoración realizadas a partir de los años setenta se resumen perfectamente en los frescos de Fedele Fischetti y del palermitano Antonio Dominici. Estos pintores aparecen entre los grandes decoradores de finales del siglo XVIII. En las alegorías pintadas por Dominici en Al apartamento Viejo, sobre las balaustradas en trampantojo, se entrelazan guirnaldas de flores y «chinerías», estatuillas que parecen biscuits y monocromos a lo antiguo. El arabesco incluye la figura humana que se convierte en un simple complemento decorativo. Lo que se llamó «rococó» se extinguía en un simple ejercicio de estilo.

Historia de Baco y Ariadna, 1760-1792, Antonio Dominici
Historia de Baco y Ariadna, 1760-1792, Antonio Dominici
(Caserta, Campania, palacio Real)
Alegoría de la primavera, 1779-1881, Antonio Dominici
Alegoría de la primavera, 1779-1881, Antonio Dominici
(Caserta, Campania, Palacio Real)

Sin embargo, hay que hacer hincapié en la calidad de la pintura de Fischetti. Este artista que no tenía la fantasía desenfrenada de Dominici se distingue por su noble sencillez y moderación. Cabe señalar que sus calificativos ya pertenecen a la sensibilidad del gusto neoclásico (Milicia, Winkelmann, etc.) difícil de encontrar entre sus contemporáneos.

Historia de Baco, 1760-1792, Fedele Fischetti
Historia de Baco, 1760-1792, Fedele Fischetti (Caserta, Campania, Casino San Leucio)

Fuentes:

Roentgen Steffi, Fresques italiennes du Baroque aux Lumières, Paris, 2007
Mina Gregori, Peinture murale en Italie, Milan, 1998
Ferrari Oreste, Scavizzi Giuseppe, Luca Giordano. L’opera completa, Milan, 1992
Carotando Simona, Francesco Solimena. Dall’attività attività giovanile agli anni della maturità (1674-1710), Milan, 2015
Pavone Mario A., Pittori napoletani della prima metà del settecento, Naples, 2008