Jean-François Millet

Millet, pintor de campesinos

Jean-François Millet nació en 1814 en una familia campesina en Gruchy, Normandía, y pasó la mayor parte de su carrera de pintor (entre 1849 y 1875) en Barbizon, un pequeño pueblo cerca del bosque de Fontainebleau. Y, sin embargo, fue uno de los artistas más instruidos del siglo XIX. Alumno del cura del pueblo, aprendió a leer la Biblia y Virgilio en latín. A los 23 años se fue a París, frecuentó la Bibliothèque Sainte-Geneviève donde pasaba muchas horas leyendo las Vidas de artistas de Vasari, y las cartas de su compatriota, el normando Nicolás Poussin, el pintor clásico del siglo XVII.

Pasó meses en el Louvre en contacto con el gran arte del pasado, desde la estatuaria clásica hasta sus antecedentes franceses más inmediatos. Sin embargo, la obra de Millet lo coloca en el moderno concepto de arte. Había experimentado el fenómeno social generalizado del éxodo rural, cuando renunciando a la vida campesina se fue a París para convertirse en un pintor profesional. De regreso al campo en 1849, se instaló en el pueblo de Barbizon, y pudo pintar del natural, al aire libre siguiendo los pasos de Theodore Rousseau y Charles Jacque instalados allí desde hacía tiempo. Los temas elegidos por Millet, una fusión entre la vida campesina y el paisaje natural, se puede encontrar en la obra de artistas contemporáneos, especialmente en Gustave Courbet (1819-1877).

Jean-François Millet, La familia del campesino, 1871-1872
La familia del campesino, 1871-1872
(París, Museo de Orsay)

Cuando Millet pintó su primera gran figura campesina, Un Vanneur (Un aventador) (1847-1848), ya tenía detrás de él más de diez años de práctica artística. Las obras que datan del primer período del artista pueden de alguna manera sorprender, muy alejadas de lo que marcará y definirá para la posteridad el estilo de Millet, y consisten principalmente en retratos y pequeños cuadros siguiendo el estilo del siglo XVIII. Aunque estas obras tenían una función alimenticia, no deberían considerarse como anecdóticas. Dan cuenta de su asimilación de un conjunto de referencias pictóricas y contribuyeron a la elaboración de su vocabulario artístico.

Jean-François Millet, Al abrigo de la tormenta, c. 1846, óleo sobre lienzo, 46.4 x 38.1, Nueva York, Metropolitan Museum of Art
Al abrigo de la tormenta, c. 1846, óleo sobre lienzo, 46.4 x 38.1
(Nueva York, Metropolitan Museum of Art)
Jean-François Millet, Pauline Ono vestida de azul, c. 1841-1842
Pauline Ono vestida de azul, c. 1841-1842
(Cherbourg-en-Contentin, Musée Thomas Henry)

De 1835 a 1845, Millet pintó numerosos retratos, entre los cuales el de su primera esposa, Pauline-Virginie Ono que representó varias veces. La sobriedad de la obra, la elegancia de las líneas demuestran que asimiló los principios del retrato neoclásico, como los de Ingres o David.

Jean-François Millet, Agar e Ismael, detalle, 1848-1849, La Haya, The Mesdag Collection
Agar e Ismael, detalle, 1848-1849 (La Haya, The Mesdag Collection)

Según el relato bíblico, Abraham expulsó a su criada Agar y su hijo Ismael, después de que su esposa Sara diera a luz. Millet representa a las dos figuras muriendo de sed en el desierto. Para el pintor se trata sin duda de un tema clásico: dos desnudos en un paisaje inerte despojado de árboles y plantas, un desierto cuya esterilidad se expresa, no por una perspectiva y un fondo de paisaje clásico con algunos detalles, sino por un lienzo vacío sin precedentes y una gama de colores intensamente físicos. La hostilidad de la tierra yerma rara vez se ha expresado de forma tan trágica en la historia del arte europeo.

Tiempo de revoluciones

Los trastornos económicos, sociales y políticos del siglo XIX sacudieron las estructuras tradicionales, las instituciones, el poder, las jerarquías, las ideologías y los sistemas de creencias. Este proceso se manifiesta en la esfera cultural, cuando en la década de 1840, Francia experimenta revoluciones políticas y artísticas paralelas. A raíz del levantamiento popular en París en 1848, que abolió la monarquía y estableció una república, el jurado oficial del Salón fue suprimido y la exposición anual era gratuita. Millet pudo presentar el cuadro El aventador, la figura de un campesino de pie, que prefiguraba el estilo y la temática de un Millet más maduro de la década de 1850. A la luz de aquel clima político tan intenso que reinaba entonces, no era sorprendente que contemporáneos del pintor con fuertes convicciones políticas como el anarquista Pissarro o, más tarde, los historiadores que favorecieron ciertas tesis radicales, quisieran interpretar la pintura de Millet en el contexto de los trastornos del siglo XIX. El año 1848 fue fatídico para muchos artistas. Fue un período de conjunción dramática de eventos históricos, cambios culturales y crisis personales, del que Millet pudo salir indemne, librándose de un eclecticismo híbrido de estilo incierto.

Jean-François Millet, El aventador 1848
El aventador, c. 1848 (París, Musée d’Orsay)

Los colores de esta figura, rojo, azul y blanco, corresponden a la bandera tricolor, la bandera revolucionaria. La intención de Millet en esta obra, contrariamente al valor simbólico que le prestaron críticos y admiradores, sigue siendo incierta. La figura solitaria del aventador se integra fácilmente en la obra de Millet de la década de 1840.

En 1849, huyendo de la epidemia de cólera que sufría París, Millet, junto con su esposa Catherine Lemaire e hijos se instalaron en Barbizon, frecuentado desde hacía varias décadas por artistas ansiosos por pintar la naturaleza sur le motif. La instalación en Barbizon responde a un profundo gusto del artista por la soledad, pero no le impide convertirse en el gran amigo del paisajista Théodore Rousseau que ya llevaba años instalado allí. Rousseau era el pintor del bosque y de aquella naturaleza inmemorial llena de misterios y encantamientos. Millet será el pintor de la planicie y del trabajo campesino. Regresa a sus orígenes, se encierra en aquel mundo rural que le proporciona los temas de su pintura y, al mismo tiempo, se esfuerza por dar de sí mismo la imagen de un campesino.

Jean-François Millet, Campesino injertando un árbol
Campesino injertando un árbol, llamado Le Greffeur, 1855, (Munich, Neue Pinakothek)

La mujer y el hijo del campesino observan el acto ritual del hombre injertando nuevos brotes en un viejo árbol.

El sembrador, 1850, Jean-François Millet
El sembrador, 1850 (Londres, National Gallery)

La primera versión del Sembrador hecha por Millet en 1846-47 era una pintura de pequeño tamaño, pero la versión de 1850 es como un estallido de fuerza, la figura brota literalmente en un relieve virtual. La fuerza de su puño resalta visualmente el gesto crucial, que el espesor de la materia pictórica hace salir de la superficie del lienzo hasta nuestro espacio.

Jean-François Millet, Mujer con rastrillo
Mujer con rastrillo, c. 1856-57, óleo sobre tabla, 39.7 x 34.3
(Nueva York, Metropolitan Museum of Art)

Después de la revolución de 1848, bajo la Segunda República y luego bajo el Segundo Imperio, se manifiesta un nuevo interés por el mundo rural. En literatura, se ponen de moda las novelas de George Sand. En pintura, se redescubre la obra de los hermanos Le Nain. Pero Millet será el primero y el único en retratar fielmente a los campesinos, evocando la dureza del trabajo y su dignidad. Obras como Hombre con azada suscitó las simpatías de los críticos e inspiró el famoso poema de E. Markham The Man With the Hoe (1898). Los escritores de izquierda consideraron a Millet como el pintor de la «démos moderne«, mientras que los conservadores criticaron la brutalidad de aquella humanidad salvaje pintada con lo que Théophile Gautier llamaba «albañilería de colores». Contra estas dos interpretaciones, Millet fue defendido por su amigo y biógrafo Alfred Sensier. La Revolución de 1848 marcará un punto de inflexión en la carrera del artista.

Jean-François Millet, Hombre con azada, 1863
Hombre con azada, 1863, óleo sobre lienzo, 31,5 x 39 cm. (Los Angeles, Getty Center)

La unión absoluta del hombre con el trabajo, el hombre con su herramienta, está representada mediante una composición piramidal creada por el personaje que se apoya pesadamente en su azada, la mirada vacía, embrutecida por el trabajo penoso, haciendo una pausa en su labor. Pero el profundo cansancio de la cara, los ojos inexpresivos, la boca abierta, la ropa grosera y la postura ingrata, aterró a los burgueses, hasta el punto que un crítico apodó a este campesino «Dumoulard», nombre de un famoso delincuente que había sido condenado a trabajos forzados.

Entre naturalismo e historia

Durante las décadas de 1850 y 1860, Millet continuó explorando este equilibrio entre naturalismo e historia, lo que le enfrentó a críticas acerbas. Esta situación fue relajándose hacia el final del Segundo Imperio, debido en particular a una lectura más conservadora del arte de Millet por parte de un Sensier (amigo, agente y biógrafo del pintor), tal vez directamente interesado por las consecuencias comerciales de esta rehabilitación. Tres obras principales demuestran la obstinación de Millet en el marco de los Salones oficiales: la obra Des Glaneuses en el de 1857, La Femme faisant paître sa vache de 1859 y L’Homme à la houe de 1863. En la construcción espacial profundamente original de estos paisajes desolados invadiendo el horizonte, Millet seguía poniendo al hombre en primer plano. El genio rítmico y formal del pintor hizo que la miseria absoluta de las espigadoras, la dignidad escultórica de una cuidadora de vacas, se volviera tan universal como el cansancio abrumador de un campesino arando. La observación naturalista, extraída de la vasta cultura del pintor, podría seguirse a través de los numerosos bocetos que realizó para el cuadro Des Glaneuses (Las espigadoras) inspirados en los frisos del Partenón, cuyos moldes de yeso los conservaba el pintor en su taller. Y también una referencia importante a la pintura nórdica o a la imaginería campesina medieval, en particular la de las Très Riches Heures du duc de Berry. Su mensaje, fundamentalmente más humanista que político, se volvió insoportable para el «decoro visual» de la sociedad de aquella época.

Las espigadoras, 1857, Jean-François Millet
Des Glaneuses (Las espigadoras), 1857 (París, Musée d’Orsay)
Jean-François Millet, Pastora con su rebaño, 1863, París, Musée d'Orsay
Pastora con su rebaño, 1863 (París, Musée d’Orsay)

Toques de pintura y pinceladas dan vida a la vegetación en primer plano, mientras que las finas rayas paralelas del horizonte de un color muy líquido, crean la impresión de un deslumbrante movimiento en el espacio.

LLevar al universo campesino la historia bíblica o la leyenda, era una cuestión que tocaba muy de cerca al pintor, ya que le permitía expresar su gusto por las letras y por lo místico. Esporádicamente presente en los numerosos dibujos que realizó (La Fuite en Egypte, 1863-1864), se manifestó por primera vez en pintura con Le Repos des moissonneurs, cuyo tema y primer título fueron Ruth y Booz (1853, Boston) y se reveló completamente en Tobías o La espera (1861, Kansas City) y La muerte y el leñador (1859, Copenhage), una obra que fue rechazada en el Salón de 1859.

Jean-François Millet, El reposo de los segadores o Ruth y Booz, Salón 1853
El reposo de los segadores o Ruth y Booz, Salón 1853 (Boston, Museum of Fine Arts)

La pintura representa la historia de Ruth y Booz: vemos a un rico terrateniente presentando a Ruth, una espigadora pobre y tímida que con un cierto encanto muestra su reticencia a un grupo de honestos segadores.

El hecho de que Millet naciera en el seno de una familia campesina es el factor más importante de su vida y de su obra, ya que una vez conocida esta realidad, podemos reconciliar la mayoría de sus contradicciones. Millet conocía la tierra, el trabajo de la tierra, sus estaciones, su carácter y su fuerza. Conocía la actitud del campesino ante la vida y el trabajo.

Millet y la pintura holandesa

El trabajo de la tierra, escenas de la vida doméstica o paisajes, Millet recompone sus pinturas de memoria en su taller de Barbizon. Impone una nueva poética, lejos de todo pintoresquismo. Reconsidera el espectáculo de la vida rural a través de referencias académicas heredadas de la historia del arte. Su observación de la vida campesina no se limita al tema del trabajo. Millet multiplica las escenas de interior y explora temas femeninos y maternos, a los que confiere un tono de intimidad, de «verdad» y ternura muy personal. El pintor lo llama su manière hollandaise, haciendo referencia a la pintura de género holandesa del siglo XVII muy en boga en la segunda mitad del siglo XIX.

Jean-François Millet, Campesina horneando su pan, 1854
Campesina horneando su pan, 1854, óleo sobre lienzo, 55 x 46 cm. (Otterlo, Museo Kröller-Müller)

En el Ramo de margaritas, el artista retoma un esquema clásico del Siglo de oro de la pintura holandesa, con una ventana abierta con efectos de trampantojo. La joven que le sirve como modelo es devuelta a la sombra por el brillo solar del jarrón de flores. Mientras la figura se ha pintado en tonos apagados, el primer plano se ilumina con el color: la pelota de lana roja, la cinta naranja, el jarrón lavanda forman un contrapunto al disco amarillo de las margaritas.

Jean-Francois Millet, El ramo de margaritas, c. 1874, París, musée d’Orsay
El ramo de margaritas, c. 1874 (París, musée d’Orsay)
Jean-François Millet, La Becquée
La Becquée, c. 1860 (Lille, Palais des Beaux-Arts)

La pintura, inicialmente llamada Mujer que alimenta a sus hijos, se convirtió en La Becquée: «Me gustaría que fuera como una nidada de pájaros, a la que su madre da de comer», le escribía a su marchante Alfred Sensier.

Mujer cosiendo bajo una lámpara, 1870-72, Jean-François Millet
Mujer cosiendo bajo una lámpara, 1870-72,
(Nueva York, Frick Collection)

En la obra de Millet, se aprecia un sinnúmero de mujeres en el trabajo, guardando y esquilando ovejas, tejiendo, hilando, recogiendo leña, alimentando a sus hijos… Sentada a la sombra de un bosque y en una atmósfera de serenidad, su Tricoteuse, envuelta en una capa de lana está absorbida en su modesta tarea.

La Tricoteuse, 1856 (París, Musée d’Orsay)
La Tricoteuse, 1856 (París, Musée d’Orsay)

Al final de su carrera, Millet se dedicó más a la pintura de paisajes, tanto al pastel, del que fue uno de los grandes maestros del siglo XIX, como al óleo. De esa época, es el cuadro La Primavera, un formidable paisaje fantástico con una visión transfigurada de la naturaleza. Los paisajes que pintaba de memoria tienen el verdadero color del recuerdo, como el cuadro La iglesia de Greville o el sorprendente Dénicheurs de nids (Cazadores de nidos) de 1874 que evoca un episodio de la infancia.

Jean-François Millet, La Primavera
La Primavera, entre 1868 y 1873 (París, Musée d’Orsay)

Millet pintó el momento en que el sol perfora las nubes después de la tormenta y cuando los colores de la nueva estación interceptan los tonos terrosos del invierno. Con toques vibrantes, pinta los nuevos brotes que aparecen en las ramas de los árboles.

La carrera artística de Millet coincidió con una espectacular evolución del arte del siglo XIX. Los estilos dominantes de la primera mitad del siglo, el romanticismo y el neoclasicismo, fueron perdiendo terreno, mientras que una nueva conciencia histórica del arte del pasado se manifestó por un cambio de gustos, y el renacimiento de artistas y períodos olvidados o infravalorados desde hacía tiempo. Surgió un nuevo interés por los Primitivos italianos, por el arte francés del siglo XVIII, el arte holandés del siglo XVII y por pintores franceses como los hermanos Le Nain.


Bibliografía

Guégan, Stéphan. Millet, peintre paysan. Flammarion. Paris, 1998
Sentier, Alfred et Mantz. La vie et l’œuvre de Jean-François Millet. Bricquebosc, 2005
Leberruder, Pierre. Jean-François Millet. OREP Éditions, 2008
Pollock, Griselda. Jean-François Millet. Casimiro Livres, 2014
Georgel, Chantal. Millet. Citadelles & Mazenod. 2014