El surrealismo

El poder de los sueños.

El surrealismo puede ser considerado como una doctrina moral y estética, formado en París, y teorizado por André Breton en 1924 en el Primer Manifiesto del Surrealismo. En pintura, sus fuentes de inspiración son el ready-made de Marcel Duchamp y los Interiores metafísicos (1911-1918) de Giorgio de Chirico. Como en el caso del dadaísmo, el surrealismo se posiciona contra el discurso oficial, y se rebela contra el arte por el arte.[:]

Por otro lado, Breton toma en cuenta el descubrimiento del psicoanálisis y sostiene la importancia de los sueños en la creación artística. A partir de 1919, Breton, Soupault, Aragón y Éluard colaboran en la revista dadaísta «391», publicada por Francis Picabia a su regreso de Barcelona. La tipografía de las revistas dadaístas anticipan el diseño de las revistas surrealistas. En 1924, se reúnen poetas y artistas y publican la revista Revolución surrealista. En 1925, tres pintores (Ernst, Malkine y Masson) entre otros veintiséis firmantes, firman la llamada «Declaración del 27 de enero de 1925» donde se dice que «el surrealismo es un medio de liberación total del espíritu y de todo lo que se le parezca».

En la torre del sueño, André Masson
En la torre del sueño, 1938, André Masson (Colección privada)

Los surrealistas reivindican a numerosos precursores para legitimar sus esfuerzos: El Bosco, Bruegel, Giovanni Battista Piranesi y sus prisiones laberínticas; el pintor suizo de pesadillas, Füssli, William Blake, Goya; los artistas franceses Redon, Henry Rousseau y Moreau, mentor de los fauvistas, y finalmente las primeras obras de Marc Chagall, Paul Klee, algunas obras de Fernand Leger. Fueron evocados también los «poetas malditos» desde Rimbaud y Baudelaire hasta Lautréamont y el Marqués de Sade. Se han establecido también conexiones entre el surrealismo y el manierismo histórico, con artistas como Arcimboldo, pintor en la corte de Rodolfo II de Praga, que en cierto sentido se anticipó al grotesco humor negro de los surrealistas.

La reunión de los amigos, 1923-1924, Max Ernst, Cologne, Musée Ludwig
La reunión de los amigos, 1923-1924, Max Ernst (Colonia, Museo Ludwig).

Ernst asiste al nacimiento del surrealismo en1922 y da testimonio del acontecimiento pintando el grupo de la revista «Literatura». El abandono de las fuentes tradicionales de la inspiración artística, la representación objetiva y la fantasía se armonizan de forma única, incluso en las obras que a primera vista tienen una apariencia clara y real. En esta pintura, se observa que el pasado y el presente (Max Ernst, Dostoïevski, Rafael y de Chirico), lo real y lo irreal, la realidad y el sueño, los vivos y los muertos se mezclan en este espacio fantasmagórico y extraño.

La primera exposición de pintores surrealistas tiene lugar en 1925 en la galería Pierre y reagrupa a De Chirico, Klee, Arp, Ernst, Man Ray, Miró, Picasso y Roy.  En 1928, Breton publica El Surrealismo y la pintura donde escribe: «Me resulta imposible considerar un cuadro de otro modo que como una ventana respecto de la cual mi primera preocupación es saber adónde va… y nada me gusta tanto como lo que se extiende ante mí hasta perderse de vista.» Breton se refiere a un «modelo puramente interior» es decir espiritual, y cita a pintores como Picasso, Miró, Ernst, Masson, Tanguy, Arp, Picabia, Man Ray, los primeros que se unieron al movimiento.

Celebes, 1921, Max Ernst
Celebes, 1921, Max Ernst (Londres, Tate Gallery).

En este cuadro pintado en Colonia, Ernst utiliza el «collage». El efecto realista de la pintura es precisamente el efecto alucinatorio deseado por el pintor. La monstruosa figura se encuentra en un tipo de espacio subacuático; en el cielo, dos peces nadan sobre un fondo enigmático, que contiene orificios atravesados por un cable. El animal recuerda a un elefante a causa de su tubo rígido y su cuerpo redondo. En realidad se trata de un aparato cuyo modelo fue encontrado por Ernst en una revista de antropología.

En 1939, Ernst se instala en Estados Unidos donde permanece hasta 1953. Después de la guerra, la producción de Max Ernst sigue un ritmo muy intenso, tanto en pintura como en dibujo, donde la componente lírica narrativa se ha acentuado. Max Ernst se instala en Nueva York con la ayuda de la mecenas y coleccionista  Peggy Guggenheim, con la que se casará. El  Antipapa es el primer trabajo de Ernst en la colección de Peggy y marcará su encuentro con el artista.

El antipapa, 1941, Max Ernst, Venise, Collection Peggy Guggenheim
El antipapa, 1941, Max Ernst
(Venecia, Colección Peggy Guggenheim).

El título es enigmático y provocador. En este cuadro aparecen representadas tres figuras femeninas con rasgos zoomórficos, semi-desnudas, vestidas con lujosos adornos de plumas de colores. En el cuadro aparecen lanzas, probablemente sus armas.

En comparación con la obra de Max Ernst, el vocabulario visual fue mucho más limitado en la obra de Tanguy, un antiguo marinero que decide dedicarse al arte a causa de la profunda impresión que le causó un cuadro de Giorgio de Chirico. En 1925, Tanguy se adhiere al movimiento y elabora un mundo onírico donde se mezclan diversos procedimientos de escritura automática, figuras biomórficas, objetos enigmáticos, todo ello sobre fondos neblinosos u opalescentes, como en Día de lentitud de 1937.

Dia de lentitud, 1937, Yves Tanguy
Día de lentitud, 1937, Yves Tanguy
(París, Museo Nacional de Arte Moderno, Centre Pompidou).

Sobre fondos vagos, ilimitados, Tanguy situaba formas cuidadosamente reproducidas que evocan objetos que no existen en el mundo real.

En 1925, Max Ernst realiza sus primeros frottages que asimila con la escritura automática. En el mismo periodo, Masson realiza sus primeros dibujos automáticos, y a partir de 1927, concibe sus «cuadros de arena» como en Los caballos muertos de 1927. Después del frottage, se inventó la técnica del grattage (raspado) que consistía en obtener texturas por el procedimiento de rascar la superficie pictórica; otros cuadros posteriores han sido realizados con la técnica de la decalcomanía o calcomanía, técnica descubierta por Oscar Dominguez, un surrealista español de Tenerife que se suicidó en París la noche de Año Nuevo de 1957-1958. Oscar Dominguez propone las «decalcomanías sin objeto preconcebido». Esta técnica consiste en aplicar guache negro sobre un papel, el cual se coloca encima de otra hoja sobre la que se ejerce una ligera presión, realizando así enigmáticos paisajes.

Habitación transparente, 1939, Oscar Dominguez

Habitación transparente, 1939, Oscar Dominguez (Colección privada).

Cuadro realizado con la técnica de la decalcomanía. Con esta técnica se podían realizar dibujos fantásticos y sinuosos que evocaban paisajes de musgo, agua, rocas y arrecifes de coral.

En Paris en 1925, Hans Arp participa en la primera exposición surrealista. Inventa los collages en papeles rotos o rasgados, síntesis del arte abstracto y del surrealismo; Gracias a su amigo André Masson, Joan Miró se adhiere al surrealismo. Las primeras obras de este periodo, representan el mundo campesino con el que siempre se sintió ligado, y se caracterizan por su atmósfera de quieta serenidad y de misterioso encanto.

La tierra labrada, 1923-1924, Joan Miró
La tierra labrada, 1923-1924, Joan Miró, (Nueva York, Guggenheim Museum)

En 1929, Breton publica el Segundo Manifiesto del Surrealismo y en el mismo año, Dalí comprometido con el surrealismo, con su cuadro Juego lúgubre (1928), expone en París. Aporta al movimiento su prolija imaginación, un mundo de alucinaciones fantásticas e inventa el método «paranoico-crítico».

Las obsesiones de Salvador Dalí

La pintura de Salvador Dalí (Figueres 1904-1989) fue marcada sucesivamente por una inspiración futurista (1920), metafísica (1923) y cubista (1925). Sentía una gran admiración por Meissonnier, hasta el momento en que descubre reproducciones de las obras de Ernst, de Miró y sobre todo de Ives Tanguy. En 1928, en París, conoce a Picasso, Miró, André Breton y Paul Eluard que lo orientan hacia el surrealismo, al cual adhiere efectivamente al año siguiente. Dalí más que ningún otro surrealista ha convertido en un postulado los factores de lo absurdo y de la locura simulada. Las cosas repulsivas y obscenas, lo satánico, lo monstruoso, se presentaban de una forma teatral. La esencia de su arte que Dalí ha denominado método paranoico-crítico, era una exageración alucinatoria de las ideas sexuales, sádicas, masoquistas y neuróticas.

La persistencia de la memoria, 1931, Salvador Dalí
La persistencia de la memoria, 1931, Salvador Dalí
(Nueva York, Museum of Modern Art).

Este cuadro contiene numerosas característicos de la obra de Dalí. Como en tantos otros cuadros, el fondo es la cala rocosa de Port Lligat (Costa Brava) donde Dalí tenía su casa. El retrato del pintor aparece en primer plano, como un caracol arrastrándose sobre el suelo, cuyo cuerpo se pierde en la arena oscurecida como una huella de color. Tres relojes de oro y plata representados en primer plano se adaptan al cuerpo del caracol, cuelgan de una rama del árbol sin hojas, y del muro. El único reloj que conserva una apariencia normal está pintado de rojo y es devorado por hormigas.

De forma paralela, el arte de Dalí muestra claramente una gran cantidad de alusiones históricas, sobre todo a la pintura manierista. Los rasgos bufonescos y grotescamente cómicos del arte de Dalí, que pretendían provocar autocompasión al espectador, tanto si pertenecía a la clase media como a la izquierda ideológica, constituían el humus donde crecían las flores del mal. De hecho, los escritores malditos, desde Sade hasta Baudelaire y Rimbaud, pasando por el perverso Lautréamont, han sugerido un gran número de datos a los cuadros de Dalí, como a las películas de Buñuel.

Aparato y mano, 1927, Salvador Dalí
Aparato y mano, 1927, Salvador Dalí
(San Petersburgo, Florida, Salvador Dalí Museum)

El artista catalán es un ejemplo paradigmático del actor exhibicionista que gozó de una brillante admiración por su carrera. Su principal administrador fue Gala, ex-mujer de Paul Éluard, quien dominó celosamente a Dalí a lo largo de su carrera. Ver Dalí: Yo soy el surrealismo

Cara de Mae West, 1934-1935, Salvador Dalí
Cara de Mae West que puede utilizarse como apartamento surrealista, 1934-1935,
Salvador Dalí (Chicago, The Art Institute of Chicago)

A partir de 1925, las investigaciones surrealistas se difunden ampliamente en Europa. En Bélgica, el surrealismo está representado por Magritte y Delvaux, en Checoslovaquia por Sima y Styrsky, en Rumanía por Brauner y Hérold, en Alemania por Bellmer y Oelze, en España por Dalí, en Italia por Savinio… Durante la Segunda Guerra Mundial muchos artistas surrealistas (Breton, Man Ray, Masson, Matta, Tanguy, Lam) se encuentran en Estados Unidos y colaboran en las revistas « View » y « VVV ». En 1942, una exposición surrealista organizada por Duchamp tiene lugar en Nueva York. Durante este periodo, Ernst utiliza la técnica de la «oscilación» que consistía en dejar que un hilo de pintura cayera desde una lata agujereada al lienzo. Esta técnica será retomada por Pollock con el nombre de dripping. La pintura automática de los surrealistas anticipa las investigaciones del expresionismo abstracto estadounidense. En 1945, al finalizar el conflicto bélico, el movimiento pierde vigencia y los artistas se separan, trabajando de un modo más individualista.

El Surrealismo en Bélgica

René Magritte (Lessines 1898 – Bruselas 1967) desarrolla una actividad artística influenciada por la investigación vanguardista (futurismo, cubismo, orfismo y expresionismo) y descubre en 1923 la pintura de De Chirico, aproximándose así a las ideas surrealistas. En 1926, en París, Magritte entra en contacto con André Breton y el grupo parisino. A partir de 1936, su pintura se aleja de los espacios metafísicos de De Chirico y de sus imprevisibles agrupaciones de elementos sin ninguna relación lógica entre ellos, para producir una atmósfera extraña y misteriosa, fuertemente influido por Max Ernst. Igualmente, Magritte integró en su obra cantidad de imágenes de objetos familiares que, considerados bajo una óptica realista y pintados con sencillez y frialdad, se comunican entre ellos o son transformados de tal manera que trastornan la idea o las relaciones que los objetos nos sugieren habitualmente.

Los amantes, 1928, René Magritte
Los amantes, 1928, René Magritte (Nueva York, The Museum of Modern Art)

Los puzzles pictóricos de Magritte son juegos intelectuales que al mismo tiempo cuestionan radicalmente la realidad. Su tema no es una invocación del inconsciente, sino la voluntad de confundir al espectador y su percepción habitual, enfrentándolo a elementos dispares, incompatibles, sin ninguna relación entre ellos. En el cuadro El asesino amenazado de 1926 (NuevaYork, MoMA), el mecanismo estético que Magritte ha utilizado para provocar una transmutación mágica y poética de lo cotidiano y sacar al espectador de su autocomplacencia, es la sorpresa. Situaciones familiares invertidas: aquí el criminal es la víctima.

Magritte quiere hacer de la pintura un «instrumento» para profundizar en el conocimiento del mundo, «pero un conocimiento que sea inseparable de su misterio». Entonces la barrera entre el interior y el exterior se derrumba; la que existe entre continente y contenido se desvanece; la relación entre el nombre y el objeto que lo designa cambia, como en el cuadro Esto no es una pipa, de 1928/29; la escala natural se transforma; las perspectivas se falsifican y se insinúan relaciones más complejas entre el lenguaje y el mundo de los objetos.

El Imperio de las Luces, 1954, René Magritte
El Imperio de las Luces, 1954, René Magritte (Bruselas, Museos reales de Bellas Artes).

Magritte estaba fascinado por la relación de contrarios: aquí, el paisaje representa la noche, y el cielo, el día.

Paul Delvaux (Antheit 1897 – Furnes 1994), después de sus comienzos expresionistas influido por Permeke, al igual que Magritte, el encuentro con Giorgio de Chirico tuvo un impacto decisivo sobre su pintura. Pero a diferencia de Magritte, Delvaux se basa en imágenes del subconsciente, principalmente de naturaleza erótica. El desnudo femenino tratado como un ser enigmático y fantasmagórico, a veces integrado dentro de metamorfosis vegetales o colocado en lugares inaccesibles, predomina en su obra. Sus pensativos y pálidos desnudos deambulan con su mirada vacía, algunas veces observados por «voyeurs» vivos o muertos, a través de paisajes imaginarios, urbanos, fríos, iluminados por la luna, dentro de un estilo neoclásico, atravesados a veces por una máquina de vapor a la manera de De Chirico. El aire parece paralizado en el silencio, en este reino imaginario, donde coexisten la sexualidad y la muerte, los espectros y las figuras petrificadas de cera, la comunidad, la soledad, la pesadilla y el aburrimiento.

Soledad, 1955, Paul Delvaux
Solitude, 1955, Paul Delvaux, (Colección privada)

El mundo mágico de Joan Miró

La vida y la obra de Joan Miró (Barcelona 1893 – Palma de Mallorca 1983) se desarrolló bajo el signo de una actividad irresistible, una «facilidad» extraordinaria en la invención de coloridas imágenes, animadas, brillantes. Entra en contacto con varios movimientos y vanguardias (sobre todo con el surrealismo), pero Miró fue sobre todo un artista independiente. Recién llegado a París en 1919, conoce a los representantes de diversas vanguardias, sobre todo a su compatriota Picasso; al dadaísta Tristan Tzara y, a partir de 1921, el grupo de los surrealistas. Su amor por Cataluña, su tierra natal, es fuente de inspiración prioritaria en la producción de Miró. Este apego se evidencia sobre todo en la primera fase de su producción artística claramente influenciada por las recientes corrientes del arte europeo. Las obras de este periodo son todavía figurativas (retratos, temas y escenas campestres). En su casa de Montroig (Tarragona) comienza su cuadro Tierra labrada que marca su orientación hacia el surrealismo. En 1925, da vida a la «pintura onírica» donde el artista libera las fuerzas del inconsciente: las alucinaciones reemplazan los modelos anteriores. «Yo, pintaba como en un sueño, en la libertad más total». En el mundo poético del artista, las formas revolotean en el vacío del lienzo con la misma armonía de los universos maravillosos: todo se mueve en un microcosmos fantástico que recuerda las alucinaciones de un Bosco. Más adelante, Miró llegará a dominar todos los materiales y todas las técnicas.

La masía, 1921-1922, Joan Miró
La masía, 1921-1922, Joan Miró (Washington, National Gallery of Art).

Este cuadro culmina y sintetiza todo el primer periodo de Miró, su época realista; la composición y la reproducción de los detalles son rigurosos y precisos.

La masovera, 1922-1923, Joan Miró
La masovera, 1922-1923, Joan Miró,
(Colección particular)

En lo sucesivo, las obras de Miró, libres de todo deseo de representación, se orientan cada vez más hacia una abstracción lírica que el artista alcanza a través de unos pocos signos gráficos muy bien calibrados, y deformaciones fantásticas fuertemente evocadoras de elementos naturales sumergidos en colores vivos y elementales. Miró era un contador de cuentos alegres llenos de grotescas configuraciones pintadas con vivos colores.

El carnaval del Arlequín, 1924-1925, Joan Miró
El carnaval del Arlequín, 1924-1925, Joan Miró (Buffalo, Albright-Knox-Art Gallery).

En el espacio transfigurado de su taller, el artista pone en escena elementos naturales y simbólicos por medio de una fértil mixtura de arte figurativo y abstracto, donde emergen en la superficie del lienzo, signos salidos de un repertorio fantástico-onírico, con ciertas reminiscencias del mundo de El Bosco. En el centro del cuadro, dos figuras serpentinas, una blanca y otra negra, se entrecruzan sobre la figura estilizada de Arlequín, que lleva en la mano una guitarra de donde salen las notas musicales de este carnaval festivo.

Personaje lanzando una piedra a un pájaro, 1926, Joan Miró
Personaje lanzando una piedra a un pájaro, 1926, Joan Miró
(Nueva York, Museum of Modern Art).

Aquí, Miró llega a una simplificación formal extrema. La figura masculina es reducida a una silueta estilizada, donde se reconoce la cabeza y el enorme pie desproporcionado. El pájaro es representado con dos líneas, la recta para el cuerpo y la curva para las alas, la cabeza y la cola están formadas por un círculo y una media luna. El mundo de Miró es un mundo onírico donde las figuras esenciales se recortan sobre fondos sin ninguna perspectiva. Los colores vivos son aplicados con pinceladas uniformes, planas.

La obra de Miró ofrece en su conjunto, una interpretación muy personal del surrealismo, caracterizada por una visión poéticamente simple y fabulosa de la realidad, y de la extraordinaria agilidad con la cual los impulsos de la memoria y del inconsciente son codificados por medio de signos elementales, inquietantes o alegres.

En 1928, las obras maestras de la pintura holandesa del siglo XVII le inspiran una serie de interiores donde, sobre un fondo uniforme, emergen formas definidas por contrastes cromáticos, síntesis de detalles reales y de su visión abstracta.

Interior holandés II, 1928, Joan Miró
Interior holandés II, 1928, Joan Miró
(Venecia, Peggy Guggenheim Collection).

En el verano de 1928, durante su estancia en su casa familiar de Montroig, Miró utilizó dos postales de los maestros holandeses del siglo XVII, Hendrick Sorgh y Jan Steen, como punto de partida para tres pinturas a las que llamó «Interiores holandeses». Con estas copias, Miro se unió a una larga tradición de artistas que se han inspirado de obras maestras del pasado. Para la creación de estas nuevas obras de arte, Miró somete las escenas a una completa metamorfosis, donde nuevos personajes se instalan en su propio mundo surrealista.

En la obra de Balthus, pintor francés de origen polaco, hermano del escritor Pierre Klossowski, se descubren influencias complejas, como las de los grandes maestros antiguos, desde Piero della Francesca, Masaccio y Paolo Uccello del Renacimiento, hasta el naturalismo del siglo XIX de Courbet. Sus influencias se expresan en una unidad de composición rigurosamente clásica, en una estructura casi arquitectónica de la escena y de los personajes, desembocando en un realismo frío y a menudo inquietante. Los aspectos más descriptivos cercanos a la temática surrealista de sus primeros cuadros, son abandonados poco a poco a cambio de una pureza representativa abstracta.

La calle, 1933, Balthus, New York, The Museum of Modern Art)
La calle, 1933, Balthus (Nueva York, The Museum of Modern Art)
La partida de naipes, 1948-50, Balthus (Madrid, Museo Thyssen Bornemisza)
La partida de naipes, 1948-50, Balthus (Madrid, Museo Thyssen Bornemisza).

Los interiores y las figuras de Balthus se caracterizan por una silenciosa y onírica tranquilidad.  La técnica pictórica sofisticada de Balthus tiene rasgos surrealistas.