Pierre-Auguste Renoir

Renoir, poeta de la vida cotidiana

Pierre-Auguste Renoir (Limoges 1841 – Cagnes-sur-Mer 1919) nació en en el seno de una familia de artesanos, viviendo sus primeros años en barrios proletarios y trabajando como decorador de porcelanas y pintor de abanicos, por lo tanto de un origen social diferente de Manet, Cézanne y Degas, pertenecientes a la gran burguesía. Se matriculó en la Academia de Bellas Artes (1862) y frecuentó el taller de Gleyre, donde entabló amistad con Monet y Sisley y conoció al paisajista Díaz de la Peña de la escuela de Barbizon quien lo indujo a aligerar su paleta y pintar al aire libre. En sus primeras obras, se observa la influencia de Courbet (La posada de la madre Anthony 1867), pero a partir de entonces (Lise o Mujer con sombrilla, 1867) ya se orienta hacia la plena libertad impresionista, que pone de manifiesto en las sombras coloreadas de la ropa y el paisaje; fue entonces cuando empezó a pintar en compañía de Monet al borde del agua, con todas las variaciones cromáticas del cielo reflejadas en el paisaje líquido.

Retrato de Pierre-Auguste Renoir, 1867, Jean-Frédéric Bazille
Retrato de Pierre-Auguste Renoir, 1867, Jean-Frédéric Bazille (París, Museo de Orsay)

 En 1874, Renoir participó en la primera exposición impresionista que tuvo lugar en el estudio del fotógrafo Nadar con una de sus obras maestras, El palco. Paisajista con un talento igual al de sus amigos Sisley y Monet, Renoir mostró una gran sensibilidad en la representación de las figuras femeninas, en especial los desnudos que sumía en atmósferas llenas de luz. Renoir es el poeta de la vida cotidiana, vista a través de sus eventos más humildes y que transfigura por el tratamiento de la luz. Baile en el Moulin de la Galette 1876 y Los paraguas (1883) son obras capitales del impresionismo, captando la vida parisina contemporánea en todos sus aspectos. En 1881, Renoir efectúa un largo viaje por Italia, donde Rafael y la pintura pompeyana le enseñan el valor de la composición marcando profundamente su estilo.

Los paraguas, 1883 Pierre-Auguste Renoir
Los paraguas, 1883 Pierre-Auguste Renoir (Londres, National Gallery)

Con su habitual sentido de la armonía y el color, Renoir reúne en este cuadro toda la gama de tonos azul-gris de los paraguas abiertos y de la ropa otoñal. Esta gama dominante es iluminada por los rostros esperanzados de las jóvenes ante la perspectiva de que la lluvia se detenga. Las dos chicas de la derecha aportan a la pintura un toque encantador. Es sobre ellas que en realidad el pintor atrae la atención del espectador.

El palco, 1874, Pierre-Auguste Renoir
El palco, 1874, Pierre-Auguste Renoir
(Londres, Courtauld Gallery)

El hombre que busca a través de sus prismáticos entre el público mundano que se exhibe en los palcos de la Opera es Edmond, el hermano de Renoir acompañado de una famosa modelo. Como siempre, en sus retratos de mujeres, Renoir se centra en los ojos y los labios. El resto de la cara es casi neutro. La flor cosida en el escote del vestido de rayas evidencia una sensibilidad excepcional en materia pictórica.

La lectora, 1874, Pierre-Auguste Renoir
La lectora, 1874, Pierre-Auguste Renoir
(París, musée d’Orsay)

El modelo es tal vez una de las muchas jóvenes que frecuentaban el café Guerbois o La Nueva Atenas, lugar de encuentro de los pintores impresionistas. El artista utiliza una luz suave y difusa y un encuadre convencional, fascinante por la cuidadosa mezcla de los colores, lo que da como resultado un delicado ambiente de intimidad: las dos simples líneas negras mediante las cuales el pintor subraya la expresión de los ojos bajados sobre las páginas del libro y los labios de un color rojo brillante.

Renoir expresa la jovialidad de las reuniones dominicales, el baile al aire libre, la risa, el tintineo de los vasos. Con el dinero obtenido por la venta de sus pinturas en el Hotel Drouot, Renoir alquiló un jardín en el número 12 de la calle Cortot en Montmartre. Pintó escenas que tienen lugar en el famoso establecimiento situado en la parte superior de la colina, el Moulin de la Galette. El cuadro que lleva el mismo título (Baile en el Moulin de la Galette), uno de los más famosos del impresionismo, es el pináculo de la carrera de Renoir. Fue en este momento que las características que comparte con otros pintores de este movimiento (elección de temas de la vida cotidiana, sombras coloreadas, pintura al aire libre) son individualizadas y toman un estilo único, con toques cargados de color.

El columpio, 1876 Pierre-Auguste Renoir
El columpio, 1876 Pierre-Auguste Renoir (París, musée d’Orsay)

Para esta pintura posaron los amigos del pintor y Jeanne Margot, una joven de dieciséis años de edad. A la crítica del Salón no le gustó el modo en que Renoir utilizó los efectos de la luz que se filtra sobre los personajes a través de la vegetación.

En la década de 1870, la pequeña ciudad de Bougival es uno de los principales centros turísticos en el Sena a diez kilómetros de París y uno de los lugares favoritos de los impresionistas, Monet, Renoir, Sisley, Pissarro. A partir de 1881 Berthe Morisot pasó también algunas temporadas en el lugar. A pesar de que Bougival conservaba un ambiente rural que atraía a turistas y pintores como Turner o Corot y donde se podían encontrar aserraderos, instalaciones portuarias y canteras de piedra caliza, en el siglo XIX el lugar se convierte en el destino favorito de ricos burgueses, como el banquero Pereire, políticos como Odile Barrot y escritores como Alejandro Dumas y los hermanos Goncourt.

Danza en Bougival, 1882-1883, Pierre-Auguste Renoir
Danza en Bougival, 1882-1883, Pierre-Auguste Renoir
(Boston, Museo de Bellas Artes)

Renoir emplea aquí como modelos a su amigo Paul Lothe y Suzanne Valadon quien más tarde se convertirá en una famosa pintora. Alrededor de los dos bailarines Renoir muestra a otros clientes sentados a las mesas de un jardín arbolado, lo que da vivacidad y profundidad a la composición.

A lo largo de la historia del arte, hay pocos pintores que hayan capturado como Renoir, el afecto, la sonrisa, la ingenuidad de los niños. Nunca se vio obligado a utilizar aquellas poses tristes y afectadas de los retratos «oficiales» de niños incómodos con sus ropas ceremoniales. Renoir dejaba a los niños jugar, hablar, moverse. En el cuadro Niña con regadera de 1876 (Washington, National Gallery) el artista sabe encontrar un concierto encantador entre las luces del jardín de flores y la niña rubia que lleva orgullosamente una diminuta regadera verde. Ella sonríe feliz, como si fuera suyo el mérito de los hermosos macizos de flores.

Gabrielle y Jean, c. 1895, Pierre-Auguste Renoir
Gabrielle y Jean, c. 1895, Pierre-Auguste Renoir
(París, Musée de l’Orangerie)

Nacido en 1894, Jean Renoir hijo del pintor, se dedicó primero a la cerámica y en 1929 se casó con uno de las modelos de su padre, Andrée Heuchling. En 1921, desarrolló una pasión por el cine y se convirtió en uno de los principales directores franceses de la época de entreguerras.

Almuerzo de remeros

En el cuadro Almuerzo de remeros, la escena transcurre en la terraza del restaurante La Fournaise situado en una isla del Sena, en Chatou. Se trataba de un establecimiento muy popular entre los turistas parisinos que utilizaban sus instalaciones para dar paseos en barca en sus días de ocio. La idea de esta composición nace de un reto lanzado por Emile Zola a los impresionistas a quienes invitó a pintar sólo pinturas de pequeñas dimensiones, pero también obras más grandes, más ambiciosas y complejas. En una carta a Jean Bérard escrita en agosto de 1880, Renoir se confía a su amigo y le cuenta las dificultades en las que se encuentra para poder pintar un cuadro tan complejo y temía que no podría llevar a término su realización. A principios de 1881, la obra está terminada y en febrero, fue comprada por el marchante de arte Durand-Ruel. La mano del pintor es aquí mucho más segura que en el Bal du Moulin de la Galette pintado cuatro años antes y la psicología de los personajes más precisas y definidas. Toma como modelos algunos de sus amigos con los que acostumbra a pasar momentos agradables a orillas del río. Maupassant se inspiró en esta pintura para su novela La mujer de Paul.

Almuerzo de remeros, 1880-1881, Pierre-Auguste Renoir
Almuerzo de remeros, 1880-1881, Pierre-Auguste Renoir
Almuerzo de remeros, 1880-1881, Pierre-Auguste Renoir (Washington, National Gallery)

La disposición de los personajes parece accidental y fortuita; no posan y nadie mira al espectador. El artista quiere dar la idea de una situación real y verdadera, con la misma espontaneidad que lo haría un fotógrafo. Sobre el mantel blanco destaca una magnífica naturaleza muerta, una de las más bellas del pintor. El personaje de pie a la izquierda, es Alphonse Fournaise hijo del dueño. Lleva el tradicional sombrero de paja de los remeros y muestra sus bíceps con la esperanza de hacerse notar por una de las chicas. La mujer joven sentada con el pequeño perro es Aline Charigot. Se trata de la amiga, modelo y más tarde esposa del artista. En el centro, sentado de espaldas al espectador, vemos al barón Barbier. Al fondo a la derecha, se vislumbra al funcionario Lestringuez que lleva un sombrero hongo, el periodista Paul Lothe y la actriz Jeanne Samary ya representados por Renoir en otros retratos. Las tres figuras en primer plano su Angèle, un modelo que también posó para la mujer con un vaso en el centro del lienzo, el periodista italiano Maggiolo de pie y el pintor Gustave Caillebotte quien era también un apasionado remero, sentado.

Galeristas y mecenas

El marchante de arte Paul Durand-Ruel, ocupa un lugar importante entre las muchas figuras relacionadas con la historia del impresionismo y puede ser considerado el prototipo del marchante de arte moderno, que sigue la actividad de sus pintores preferidos desde sus primeras obras juveniles, los promueve, organiza sus exposiciones y los pone en contacto con los coleccionistas. Las palabras con las que en 1869 presentó su actividad de galerista en su revista La revista del arte y la curiosidad son significativas. Para él, un marchante de arte debe ser también un avisado mecenas y no dudar en sacrificar si es necesario, su interés como marchante a cambio de sus convicciones artísticas. También debe oponerse a promover toda operación especulativa. Es probable que sin él, el movimiento no hubiera sido un éxito, principalmente comercial y no hubiera tenido tan amplia difusión. Durand-Ruel encarga varios retratos de sus hijos a Renoir. Entre ellos, uno de sus dos hijos mayores Charles y Georges, representados en el jardín de su casa en Dieppe. En la década de 1890, otro galerista se esfuerza junto con Durand-Ruel en dar a conocer las obras de los impresionistas. Se trata del marchante de arte Ambroise Vollard. Éste último se inicia en el mercado del arte comprando grabados en las tiendas a orillas del Sena. En 1890 abre su galería en la Rue Laffitte con una exposición de Manet, pronto seguidas por otras dedicadas a Pissarro, Renoir, Degas y Rodin, que contribuyen a aumentar la fama de estos artistas y a fortalecer sus lazos con los coleccionistas.

Retrato de Charles y Georges Durand-Ruel, 1882, Pierre-Auguste Renoir
Retrato de Charles y Georges Durand-Ruel, 1882, Pierre-Auguste Renoir
(París, colección Durand-Ruel)

La disposición de los personajes recuerda el viaje que el artista realizó a Italia, donde pudo admirar muchas obras maestras del arte antiguo. Deja el fondo impreciso y sin ningún tipo de profundidad, mientras que define con precisión los rostros de los dos hermanos con gran penetración psicológica señalando las características de las dos diferentes personalidades.

El encuentro de Renoir con los esposos Charpentier es fundamental para la carrera del artista. En 1875 empezaron a comprar pinturas de Renoir, Monet y otros impresionistas. Les encanta el retrato que el artista realiza de Madame Charpentier y sus hijos y su evaluación marca el comienzo del éxito de la artista y, de forma general, del movimiento impresionista. El salón de Madame Charpentier era un hervidero de artistas, escritores, músicos, intelectuales y políticos, como Víctor Hugo, Turgueniev, Maupassant, Emile Zola, Daudet, Goncourt y también el lugar donde Renoir encuentra a sus futuros clientes.

Madame Charpentier y sus hijos, 1878, Pierre-Auguste Renoir
Madame Charpentier y sus hijos, 1878, Pierre-Auguste Renoir
(Nueva York, Metropolitan Museum)

Madame Charpentier ocupa toda la parte central del lienzo. La dama ostenta una actitud afectuosa y protectora hacia sus hijos a los que mira con un cierto orgullo materno. Las paredes están decoradas con paneles de inspiración oriental, muy de moda en aquella época. La naturaleza muerta sobre la mesa en la esquina superior derecha muestra la supremacía de los colores vivos e intensos, el dibujo apenas esbozado. Marcel Proust describe esta pintura en el primer capítulo de «El tiempo recobrado»: si se muestra despiadado con Madame Charpentier, a la que calificó de burguesa ridícula (ridicule petite-bourgeoise), por el contrario, expresa su admiración por este «pedazo de pintura comparable a Tiziano«. La pintura se exhibió en el Salón de 1879, donde recibió por unanimidad una opinión favorable.

El estudio del artista, 1876, Pierre-Auguste Renoir

El estudio del artista, 1876, Pierre-Auguste Renoir (Colección privada). La pintura representa el estudio del artista situado en la calle Saint-Georges de París. Los talleres de los jóvenes pintores impresionistas eran también lugares para reuniones y encuentros, donde se recibía además de los amigos pintores, a músicos y escritores para discutir de arte y cultura. El personaje en el centro es el crítico de arte y biógrafo de Renoir, Georges Rivière; a la derecha el personaje calvo con barba y medio escondido, es Pissarro. La identidad de los otros personajes no se ha podido establecer.

Cagnes-sur-Mer

A finales de la década de 1890, Renoir empieza a sufrir de fuertes dolores reumáticos: el 12 de febrero de 1899, siguiendo el consejo de sus médicos, se instala con su familia junto al mar en Cagnes-sur-Mer, una localidad de la costa francesa. El agradable clima de la Riviera alivia su dolor y puede empezar a pintar con renovado entusiasmo. En 1907, compra una gran propiedad en Cagnes-sur-Mer, donde construye su última casa provista de un gran taller y rodeada por un extenso campo de olivos, desde la que se puede ver el mar. Las imágenes espontáneas y felices dan paso ahora a grandes composiciones pobladas, sobre todo después de su instalación en la Riviera francesa, de desnudos femeninos que recuerdan a Rubens. A principios de 1910, presenta 37 obras en la Bienal de Venecia y en junio expone veinticinco cuadros en la galería Durand-Ruel de París. Desde entonces y hasta su muerte, se van alternando períodos de alivio y nuevas crisis en la enfermedad del pintor. Pero el valeroso Renoir continuó pintando. Para poder sostener el pincel debía atárselo a sus dedos y así pintó hasta su muerte el 2 de diciembre de 1919, después de haber terminado una naturaleza muerta con manzanas.

Las Bañistas, 1918-1919, Pierre-Auguste Renoir
Las Bañistas, 1918-1919, Pierre-Auguste Renoir (París, musée d’Orsay)

De acuerdo con el testimonio de Henri Matisse quien visitó a Renoir mientras pintaba este cuadro y que lo consideraba como el pináculo de su carrera, para pintar este gran lienzo Renoir se hizo construir en su casa de Cagnes-sur-Mer un caballete móvil provisto de una serie de poleas que movían el lienzo y así poder pintar sentado.