Mariano Fortuny Marsal

Mariano Fortuny : entre realismo y orientalismo.

Después de Francisco de Goya, Mariano Fortuny Marsal (1838-1874) es considerado uno de los mejores pintores y grabadores españoles del siglo XIX. Su visión de la pintura de género estaba de moda, y coleccionar su arte era un signo de clase para la burguesía. Fortuny tuvo mucho éxito pintando escenas de género y cuadros de inspiración orientalista. Pero al mismo tiempo fue un innovador y disfrutó del raro privilegio de crear el arte que deseaba. Artista versátil, dominó todas las técnicas que emprendió: la pintura al óleo, con un toque preciso a menudo comparado con el de Ernest Meissonier, y sobre todo la acuarela y el aguafuerte, haciendo progresar ambas técnicas y consiguiendo nuevos resultados.

Retrato de Mariano Fortuny, 1867, Federico de Madrazo
Retrato de Mariano Fortuny, 1867,
Federico de Madrazo, Barcelona,
Museo Nacional de Arte de Catalunya.

Fortuny utilizó la acuarela de forma más moderna, como técnica artística autónoma, y no sólo para trabajos preparatorios. Sus grabados están influidos principalmente por la obra de Goya, Rembrandt y José de Ribera. No faltan, además, las consideraciones sobre lo que hubiera sido el futuro de Fortuny si su vida y su carrera no hubieran sido truncadas tan bruscamente.

El Coleccionista de grabados, detalle, 1866, Mariano Fortuny Marsal
El Coleccionista de grabados, detalle, 1866, Mariano Fortuny Marsal,
Barcelona, Museo Nacional de Arte de Catalunya.

Infancia y formación inicial

Nacido en Reus, Tarragona, en 1838, Mariano Fortuny procedía de un entorno humilde y comenzó pronto con su formación artística. Ambos padres murieron cuando era joven y fue criado por su abuelo, ebanista y escultor aficionado que le enseñó a hacer figuritas de cera. Ambos se trasladaron a Barcelona en 1852, donde Mariano estudió en la Academia de Bellas Artes (La Llotga). En esa época, el panorama artístico estaba dominado por el romanticismo purista, el cual prevalecía en las enseñanzas de la Academia de Barcelona. Lorenzale, principal representante de la Escuela Idealista germana conocida como «Los Nazarenos» y uno de los discípulos predilectos de Frederich Overbeck, formaba a sus alumnos dentro del más estricto purismo de líneas y composición. Frente a los puristas se encontraban los románticos que reivindicaban el paisaje natural. Con la Exposición Internacional de Paris, se fueron imponiendo las ideas realistas francesas. Los pintores Lluís Rigalt i Ramón Martí Alsina (ambos profesores en La Llotga), pusieron en cuestión el purismo en favor del realismo. Fortuny, discípulo predilecto de Lorenzale, se formó en el romanticismo académico más estricto, pero su relación con los profesores catalanes influyeron en su inclinación por plasmar escenas, principalmente paisajes, del natural.

Jardín de la casa Fortuny, 1872-1877, Mariano Fortuny Marsal
Jardín de la casa Fortuny, 1872-1877, Mariano Fortuny Marsal, Madrid, Museo del Prado.

De Roma a tierras de África

Gracias a una beca, Mariano Fortuny fue a Roma (1858-1860) para estudiar a los nazarenos, a los pintores de historia y a los grandes maestros del quattrocento y el cinquecento italiano. Sabemos que admiraba a Peter Cornelius y que su primera visita fue dedicada al Vaticano para estudiar las pinturas de las Estancias, admirando los frescos de Rafael. Deseoso de conocer las novedades técnicas y temáticas, Fortuny acudió a la Academia de Francia en Roma, principalmente, según sus propias palabras, porqué tenían una buena colección de esculturas. Allí conoció las obras que pintaban los pensionistas franceses: Paul Baudry, William Bouguereau, entre otros. Desde la consagración en 1847 del arte académico denominado estilo pompier, con el cuadro Un combat de coqs de Léon Gérôme, proliferaron entre los pintores escenas de ambientación clásica. Estos temas inspiraron a Fortuny para pintar Las nereidas en el lago y Bacantes.

Idilio, 1868, Mariano Fortuny Marsal
Idilio, 1868, acuarela y gouache sobre papel, Mariano Fortuny Marsal,
Madrid, Museo del Prado.

En 1859, la Diputación de Barcelona encargó a Mariano Fortuny la representación de las campañas de la guerra hispano-marroquí de 1859-1860. En 1860 viaja a Marruecos, donde la luz de este país influye decisivamente en su arte. Allí conoce al periodista y crítico de arte francés Charles Yriarte. En 1862, recibió financiación para terminar su investigación en Marruecos, con vistas a completar su obra posterior, La batalla de Tetuán. Durante esta segunda estancia en Marruecos, se sintió más atraído por representar escenas de la vida marroquí que por inmortalizar las campañas bélicas. Una vez finalizado su encargo de la Diputación, tuvo la oportunidad de crear obras libres de convencionalismos; a diferencia de otros pintores europeos que abordaban temas árabes u orientales, él pintaba en plein air.

Una calle en Tánger, 1860/1862, Mariano Fortuny Marsal
Una calle en Tánger, 1860/1862, Mariano Fortuny Marsal,
Washington, National Gallery of Art.
El vendedor de tapices, 1870, Mariano Fortuny Marsal
El vendedor de tapices, 1870, Mariano Fortuny Marsal,
Montserrat, Barcelona, Museo de la Abadía.

En abril de 1963 Fortuny se hallaba de nuevo en Roma. En su estudio, se rodeó de objetos y vestidos con los que ataviar a sus modelos y se inspiró muy a menudo en su colección de antigüedades, que incluía numerosos objetos exóticos, desde piezas moriscas (como los llamados jarrones de la Alhambra) hasta armaduras orientales y armas medievales. Su objetivo era plasmar la fuerza dramática de los acontecimientos con toda fidelidad. Quería ceñirse a la veracidad histórica ejecutando sus pinturas con precisión, reconstituyendo las situaciones hasta el mínimo suceso. En cuanto a los temas de género, Fortuny pintó El Coleccionista de grabados, directamente inspirado en El Coleccionista de grabados y Los Bibliógrafos del pintor académico Meissonier, que había obtenido un rotundo éxito en Paris.

El Coleccionista de grabados, 1866, Mariano Fortuny Marsal
El Coleccionista de grabados, 1866, Mariano Fortuny Marsal,
Barcelona, Museo Nacional de Arte de Cataluña.

Mariano Fortuny: Madurez artística

La etapa que abarca de 1866 a 1870 es fundamental en la vida de Mariano Fortuny tanto personal como artisticamente. En 1867 Fortuny se casó con Cecilia, hija de Federico de Madrazo, notable retratista y director del museo del Prado. En el verano de 1869, el artista se instaló en París y permaneció allí casi un año, colaborando estrechamente con el marchante Adolphe Goupil, quien dio a Fortuny una mayor proyección internacional. Durante este periodo, recibió numerosas visitas de la alta sociedad: La princesa Mathilde, Alexandre Dumas (hijo), Gustave Doré, etc. El acceso al mundo de los Madrazo, las exitosas exposiciones realizadas en Madrid y París y el contrato con Goupil modificaron radicalmente su entorno social y económico.

La mascarada, Masquerade, Mariano Fortuny Marsal
La mascarada, Masquerade, Mariano Fortuny Marsal, 1868, New York, Metropolitan Museum.

Su estancia en París permitió a Fortuny presenciar las composiciones de los franceses contemporáneos y de los denominados románticos. Entre ellos destaca Eugène Fromentin, Delacroix, Ingres, Gérôme, entre otros, influencia que se manifiesta en sus obras posteriores, más cercanas al romanticismo. Fortuny se inicia en los casacones tratados con preciosismo, es decir, con una preocupación extrema para tratar la vestimenta hasta el mínimo detalle, con ciertos aires de Watteau. En la figura con indumentaria del siglo XVIII de Il Contino realizado en los jardines de la Villa Borghese de Roma, muestra esta búsqueda de perfección compositiva y preocupación por plasmar lo considerado bello y perfecto.

Il Contino, 1861, Mariano Fortuny Marsal
Il Contino, detalle, 1861, Mariano Fortuny Marsal,
Barcelona, Museo Nacional de Arte de Cataluña.

En 1866-67 se produjo un hecho relevante para Fortuny: el descubrimiento de los grandes maestros españoles. Ya había copiado a Ribera en 1864, pero fue en el Prado y en Toledo donde se entusiasmó por Velázquez, Murillo, El Greco y, principalmente, Goya; el impacto de este último fue decisivo y no sólo en el aspecto más superficial, es decir en la moda de lo neogoyesco, sino en su idea misma de la expresividad. La huella de Goya es evidente en temas como La procesión interrumpida por la lluvia, Puerta de la Iglesia de San Ginés y en las tauromaquias.

La Vicaría de Fortuny

Durante su estancia madrileña de 1867 Mariano Fortuny ideó dos de los cuadros que le darían reconocimiento internacional: La Vicaría (o La boda española) y Elección de modelo. Temáticamente, La Vicaría es una obra de género o «casacón», es decir una escena ambientada en el pasado, concretamente a finales del siglo XVIII (goyesca). Se caracteriza por el preciosismo de la pincelada en la definición de las calidades de la materia representada (tejidos, carnaciones, mobiliario, detalles ornamentales), un profundo estudio anatómico de los personajes en una disposición equilibrada que ocupa la zona áurea del cuadro y un vibrante colorido. Estas cualidades son las que asombraron a coleccionistas, marchantes y críticos de 1870 en París, impresionados por la impecable factura, la expresividad y riqueza de colorido que mostraba La Vicaría frente a las obras de los pintores «pompiers», nombre peyorativo que se daba a cierta pintura académica.

La vicaría, 1870, Mariano Fortuny Marsal
La vicaría, 1870, Mariano Fortuny Marsal, Barcelona, Museo Nacional de Arte de Cataluña.

Gitanos, vistas de callejuelas de la ciudad y su propia familia llenaron un sinfín de las hojas de apuntes que Fortuny iba reuniendo. Le espontaneidad del tema lleva aparejada la soltura de la pincelada y el logro de los volúmenes a base de manchas de color que dominan definitivamente a la línea descriptiva. Fortuny iba acercándose a los nuevos conceptos que se imponían en Francia e Italia: el impresionismo y la macchia. El texto del pintor macchiaioli Zandomeghi de 1877 es ilustrativo de este fenómeno: «Roma esperaba la llegada de Fortuny y el dia en que este artista comenzó a ser conocido y a vender sus cuadros a precios fabulosos, surgieron de todos los rincones de la gran ciudad jóvenes que cogieron la paleta imitando servilmente al pintor…»

La vicaría, 1870, Mariano Fortuny Marsal
La vicaría, 1870, Mariano Fortuny Marsal, Barcelona, Museo Nacional de Arte de Cataluña.

De hecho, Fortuny pintó La vicaría o La boda española, en 1870, basándose en el gusto francés de la época. La obra se vendió en París por 70.000 francos, una cantidad enorme en aquella época, lo que valió al pintor fama internacional, siendo el cuadro más conocido de Fortuny y el punto culminante de su vida artística.

La vicaría, 1870, Mariano Fortuny Marsal
La vicaría, 1870, Mariano Fortuny Marsal,
Barcelona, Museo Nacional de Arte de Cataluña.

En cuanto al cuadro Elección de modelo, el tema es la elección de modelo por parte de los académicos de San Luca en el interior de un salón del siglo XVIII. La composición es conceptualmente clásica pero de colores más limpios y luminosos que La Vicaría, y en ella domina el abigarramiento ornamental impuesto por la moda de la época y por el gusto por este tipo de cuadros del comprador del óleo, W.H. Stewart. El fondo es un combinación de detalles y elementos ornamentales del Prado, del Vaticano y de la propia colección de antigüedades de Fortuny, ubicados en uno de los salones del Palacio Colonna de Roma.

Elección de modelo, 1874, Mariano Fortuny
Elección de modelo, 1874, Mariano Fortuny, Washington, National Gallery of Art.

Los personajes están perfectamente dispuestos siguiendo la perspectiva cónica de fuga central, de modo que el espectador puede contemplar una escena completa a modo de escenario de teatro pero con la máxima sensación de verosimilitud, es decir, sin que las figuras resulten estáticas.

Mariano Fortuny murió repentinamente en Roma en 1874, a la edad de 36 años. Había pasado su último año de vida en Portici, Italia, formándose un nuevo enfoque de la representación de la naturaleza en sus cuadros: llenos de luz y color, y en algunos casos -como en Los niños del pintor en el salón japonés, y en el retrato de su esposa – mostrando una clara influencia del arte japonés, que coleccionaba. Su prematura muerte puso fin a la fructífera carrera de Fortuny en un momento en el que el mundo del arte se encontraba en un punto de inflexión; los impresionistas estaban creando un nuevo movimiento artístico.

Playa de Portici, 1874, Mariano Fortuny
Playa de Portici, 1874, Mariano Fortuny, Dallas, Meadows Museum.
Los hijos del pintor en el salón japonés, 1874, Mariano Fortuny
Los hijos del pintor en el salón japonés, 1874, Mariano Fortuny, Madrid, Museo del Prado.

Aunque murió muy joven, los logros de Mariano Fortuny ya eran notables. Su obra fue admirada y elogiada por grandes artistas y críticos de arte (por ejemplo, Ernest Meissonier y Theophile Gautier, respectivamente) y su arte influyó en una generación de pintores en Europa. Su funeral fue multitudinario.
A pesar de la fama de Fortuny dentro y fuera de su país en el siglo XIX, su obra parece caer en el olvido durante algún tiempo. Finalmente, en las últimas décadas se han realizado varias exposiciones y estudios sobre su vida y obra, reconociendo su importante papel en el arte del siglo XIX, en especial la exposición completa que le dedicó el Museo del Prado que constituye un hito en el estudio y la promoción de su obra.

Bibliografía

  • Carlos González y Montserrat Martí. Mariano Fortuny Marsal. Barcelona, Diccionario Ràfols, 1989
  • Carlos Reyero. Fortuny o el arte como distinción de clase. Madrid, Cátedra, 2017.
  • Maria Roca Cabrera. Fortuny. Edad de oro del coleccionismo textil. Tirant Humanidades, 2024
  • Collectif. Mariano Fortuny Marsal. Grabados y dibujos. Electa, 1994