Los impresionistas americanos y Europa

Sed de modernidad

París, y más en general la Europa del último cuarto del siglo XIX, ejercieron una fascinación extraordinaria sobre la alta sociedad estadounidense, y la pintura se convirtió en un puente privilegiado entre las dos orillas del Atlántico. Se advertía el deseo de volver a confrontarse con los grandes centros y las tendencias del arte europeo, como había sucedido casi un siglo antes con los artistas que se unían a la Royal Academy de Londres. De modo primero individual y después con connotaciones de movimiento orgánicamente estructurado, se formaron asociaciones de «impresionistas americanos», como el Ten American Painters, el grupo animado por Frederic Childe Hassam. El vínculo con pintores como Monet, Pissarro, Sisley era en algunos casos demasiado evidente estando en el límite de la emulación. Los artistas estadounidenses en Europa prefirieron no adherirse a los grupos organizados de pintores nacionales, entrando en contacto directamente con sus colegas franceses o ingleses: Mary Cassat, John Singer Sargent y James Whistler se sentían orgullosos de su independencia expresiva, sustancialmente «apátrida» y, tras establecerse en París y Londres, mantuvieron lazos cada vez más estrechos con la madre patria. Siguieron siendo íntimamente estadounidenses, con un espíritu de libertad y desenvoltura frente a estímulos artísticos eclécticos (por ejemplo las admiradas estampas japonesas) que muy pocos colegas europeos osaban expresar, como es el caso de Whistler.

Eleanor, 1901, Frank Weston Benson
Eleanor, 1901, Frank Weston Benson, Providence, Museum of Art.
Quai Saint-Michel, 1888, Childe Hassam
Quai Saint-Michel, 1888, Childe Hassam, Colección privada.
Capri, 1890, Theodore Robinson
Capri, 1890, Theodore Robinson, Madrid, Museo Thyssen Bornemisza.
Sinfonía en blanco: tres figuras, c. 1868, James MacNeil Whistler
Sinfonía en blanco: tres figuras, c. 1868, James MacNeil Whistler, Colección privada.

Difusores del impresionismo

Algunos pintores como Mary Cassatt tuvieron un papel determinante en la difusión en Estados Unidos del gusto por coleccionar obras de los impresionistas. A pesar de su traslado definitivo a París en los años setenta del siglo XIX, en los raros regresos a su patria es cuando Cassatt sugiere a los principales coleccionistas la adquisición de obras de maestros impresionistas, como las de su maestro Degas. Así, a lo largo del penúltimo decenio del siglo, el gusto artístico estadounidense se orienta decididamente hacia las claras y amables escenas «impresionistas». Gracias quizás a artistas menos originales y dotados que los grandes maestros como Whistler o Cassatt – sin embargo siempre interesantes – como William Chase, John Henry Twachtman, Frederic Childe Hassam y Theodore Robinson, todos ellos en condiciones de mostrar une experiencia parisina o al menos un conocimiento actualizado de la pintura francesa, las atmósferas del impresionismo se proyectaron sobre escenarios estadounidenses, se aplicaron a paisajes conocidos y apreciados por el público, fijaron comportamientos, ropas, adornos y costumbres en los que el público no tardó en reconocerse. En poco tiempo los «impresionistas americanos» alcanzaron un amplio éxito. En el taller de William Chase, el pintor propone una reconstrucción histórica del «material» de un pintor de éxito de finales del siglo XIX: en la escena pueden verse telas orientales, estampas, plantas y flores, moldes en yeso de estatuas clásicas, figurillas, objetos y adornos de variada procedencia y de diverso valor.

En el taller, c. 1880, William Chase
En el taller, c. 1880, William Chase, Nueva York, The Brooklyn Museum.

William Merritt Chase (1849-1916) fue un artista muy activo e influyente y un eficaz transmisor del impresionismo francés a América. Tras formarse en Múnich, cambió la paleta oscura de la escuela alemana por los colores más claros del impresionismo francés, que utilizó con un pincel ágil a la manera de Sargent. Con el paso de los años, Chase se orientó hacia una delicada representación de la intimidad, siguiendo de lejos la trayectoria de la pintura francesa en su paso por el impresionismo «histórico» al postimpresionismo de Bonnard y Vuillard. Las características de la pintura de Chase siguen siendo los colores claros, los contornos esbozados y la riqueza descriptiva expresada por la multiplicación de los detalles narrativos. Chase, un maestro muy escuchado una vez que regresó a Estados Unidos, transmitió a muchos jóvenes pintores estadounidenses la preocupación, en cierto modo secundaria, por la facilidad técnica y la rapidez de las pinceladas.

En el parque. Un Camino, 1890, William Chase
En el parque. Un Camino, 1890, William Chase, Madrid, Museo Thysssen-Bornemisza.
Una llamada amistosa, 1895, William Chase
Una llamada amistosa, 1895, William Chase, Washington, National Gallery.

Theodore Robinson (1852-1896), que conoció a Claude Monet e incluso trabajó con él durante un tiempo en Giverny, es otro de esos pintores estadounidenses que tuvo una relación directa con un gran impresionista francés. Sin embargo, Robinson no gozaba de buena salud y murió joven sin haber podido causar un impacto profundo en la pintura estadounidense.

Árboles en flor en Giverny, 1891-92, Theodore Robinson
Árboles en flor en Giverny, 1891-92, Theodore Robinson, Chicago, Terra Foundation for American Art.
Cortejo nupcial, 1892, Theodore Robinson
Cortejo nupcial, 1892, Theodore Robinson, Chicago, Terra Foundation for American Art.

Frederick Childe Hassam

Uno de los impresionistas estadounidenses más conocidos, aunque no el más original, es Childe Hassam (1859-1935). Hassam se formó cerca de Boston y comenzó su carrera como pintor con una serie de escenas urbanas con efectos atmosféricos de lluvia, nieve y crepúsculo que atestiguan su apego a la tradición del luminismo estadounidense. En 1883, viajó a Inglaterra, Italia, los Países Bajos y España. Entre 1886 y 1889 vivió en París y estudió en la Academia Julian. Frecuentó el Café Guerbois y conoció a muchos pintores impresionistas. Durante su estancia en París, vio las innovaciones del impresionismo francés, especialmente las de Monet, Pissarro y Sisley. Su gran cuadro de 1887, Une averse, rue Bonaparte, se sitúa en un momento en el que la sensibilidad que había definido su anterior obra americana se vio aumentada por el sentido impresionista del color. Este encuentro tuvo resultados especialmente felices. De vuelta a América, fundó el Watercolour Club en Nueva York y se unió al grupo The Ten American Painters, participando en sus exposiciones.

Une averse rue Bonaparte, 1887, Childe Hassam
Une averse rue Bonaparte, 1887, Childe Hassam, Chicago, Terra Foundation for American Art.
Paseo al atardecer, Paris, 1888-1889, Childe Hassam
Paseo al atardecer, Paris, 1888-1889, Childe Hassam, Colección privada.
Día lluvioso, Boston, 1885, Childe Hassam
Día lluvioso, Boston, 1885, Childe Hassam, Toledo, Museum of Art.

John Henry Twachtman

John Henry Twachtman (1853-1902) viajó mucho por Europa: a Venecia en 1887, a Florencia en 1880, a Inglaterra, Bélgica y Alemania en 1881 y, entre 1883 y 1885, a París, donde estudió en la Académie Julian. Como Hassam, muy influido por Monet, Sisley y Pissarro, Twachtman pinta los paisajes de modo completamente opuesto a la tradición estadounidense. En 1893, el año en que pintó Marine, expuso sus paisajes en Nueva York con Julian Alden Weir y Monet. En El puente blanco de 1895, con su «puente japonés» barnizado en blanco que cruza un estanque, se advierte la seducción del artista por el jardín de Monet en Giverny. Twachtman fue uno de los impresionistas estadounidenses más talentosos y sensibles. La verdadera naturaleza de su pintura ha sido descrita por Edgar P. Richardson, quien señaló que el artista estaba más cerca de la música impresionista francesa que de su pintura. Twachtman dispuso charcos de color en formas irregulares y construyó un tema general de superficie con una delicada red de líneas, componiendo un antecedente del arte abstracto de mediados del siglo XX. Es uno de los fundadores del movimiento The Ten American Painters, inspirado en la pintura impresionista.

El puente blanco, 1895, John Twachtman
El puente blanco, 1895, John Twachtman, Minneapolis Institute of Art.
Marina, 1893, John Henry Twachtman
Marina, 1893, John Henry Twachtman, Wilmington, Delaware Art Museum.
En el jardín, 1900, John Henry Twachtman
En el jardín, 1900, John Henry Twachtman, Colección privada.

A finales del siglo XIX, se advertía entre el público estadounidense un intenso sentimiento de «inferioridad» cultural, totalmente contradictorio con el dinamismo de la situación histórica y las importantes realizaciones en otros campos expresivos como la arquitectura. Henry James, en una novela de 1873, se convierte en despiadado intérprete de ese difundido sentimiento: «¡Somos los desheredados del arte! ¡Estamos condenados a ser superficiales! ¡Nos hallamos excluidos del círculo mágico!» Las palabras de escritor tienen el tono de una exageración literaria, pero ponen de relieve la imprevista forma de sentimiento que, a ojos de la alta sociedad americana, afecta a la pintura local. Nadie podía negar la fascinación que ejercían las telas de los tres expatriados, Mary Cassatt, Sargent o Whistler, que sin embargo pertenecían a un horizonte cultural sentido como «europeo». No obstante, una auténtica rama del impresionismo nació en América y produjo obras notables, pero todavía muy subestimadas. La necesidad de encontrar un nuevo estilo «nacional» encontrará finalmente una respuesta en el Armory Show, la gran exposición de 1913 con la que Nueva York conquistará de modo definitivo el papel de centro de la cultura artística estadounidense.


Bibliografía

Jules David Prown. La peinture américaine. Des origines à l’Armory Show. Skira.
Gabriele Crepaldi. Petite encyclopédie de l’impressionnisme. Solar, 2002.
Daniel Kiecol. La peinture américaine. La grande parade de l’art, 2021.
Collectif. La peinture américaine. Gallimard, 2002.
Collectif. L’Impressionnisme. La Petite Collection de l’Art. Taschen, 2020.